Mittwoch, 12. September 2012
¡Contra la “guerra global” imperialista, guerra popular hasta el comunismo!
Partito Comunista maoista – Italia (Partido Comunista Maoísta – Italia) - 8 de octubre de 2001
El imperialismo yanqui, gendarme del mundo y enemigo #1 de los oprimidos del mundo, ha recibido un golpe en el corazón simbólico de su poderío económico y militar y de su estilo de vida.
El mito de su poder absoluto e invencibilidad, el mito de sus órganos de espionaje, antisubversivos y represivos —la CIA y el FBI— ha sufrido un golpe sin precedente en la historia reciente del imperio.
Dejando de lado las declaraciones oficiales de gobiernos, regímenes, representantes de movimientos y organizaciones oficiales en los países oprimidos y aparte de la simpatía por las muchas víctimas inocentes e indefensas en el World Trade Center, es obvio que en todo el mundo los oprimidos han expresado su alegría de que por fin, la bestia ha sufrido una herida, tras haber pasado la vida viendo incontables víctimas de guerras, represión y opresión producto de décadas de acciones yanquis, directas e indirectas: desde Palestina y América Latina hasta Asia y África, millones de niños muertos por bombas y sanciones en Irak, en los Balcanes, en el Medio Oriente, sin mencionar a quienes mueren de inanición, enfermedad y opresión dondequiera que dominen los imperialistas yanquis y occidentales.
Nosotros, como comunistas marxista-leninista-maoístas, como proletarios de vanguardia, compartimos los sentimientos de los oprimidos. Nunca dudaremos jamás acerca de qué lado estar y proclamamos firmemente: “¡Abajo el imperialismo yanqui!” “¡Cosecha lo que siembra!”.
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La bestia yanqui se declara, de una manera horripilante, chovinista, xenofóbica y racista, la cuna de la civilización y democracia; proclama que sus símbolos y ciudades son intocables, casi sagrados. Para remachar su dominio, con cinismo trafica con el pesar e indignación de la población estadounidense por las víctimas con el propósito de desatar mediante el bombardeo de Afganistán y su guerra global contra el llamado “terrorismo”, una guerra y cruzada contra todos los pueblos oprimidos, contra todos aquéllos quienes luchan por la liberación y contra todos los países que no se alinean con ellos. Por medio de su armamento y violencia, apuntan a imponer su dominio de hierro al servicio de la ganancia y de los amos de las finanzas e industria, los barones del petróleo y los señores de la guerra. Todos los Estados imperialistas, sean de derecha o “izquierda”, se han unido a esta cruzada fascista, belicista e imperialista.
Los Estados Unidos siempre ha librado guerras de baja intensidad y hoy quiere hacerlo de manera sin precedente y hacer que se le reconozca como la defensa legítima de la “civilización occidental”.
Los hombres quienes bombardearon a Hiroshima y Nagasaki, quienes desataron guerras contra Vietnam, Irak y Yugoslavia y masacraron a millones de personas, quienes asesinaron a 500.000 comunistas en Indonesia, quienes orquestaron golpes de Estado como el de Chile, quienes formaron escuadrones de la muerte en Guatemala y otro países, quienes han colocado bombas hechas en la CIA en las ciudades de sus propios aliados a fin de apuntalar gobiernos proyanquis, quienes han respaldado, armado y financiado repetidas matanzas de palestinos por los sionistas israelíes, ahora más que nunca quieren seguir en el mismo plan. A nombre del combate al “terrorismo”, quieren imponer el TERROR IMPERIALISTA.
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Los autores de los ataques del 11 de septiembre, sean los Osama Bin Laden u otras personas, son una expresión de los señores feudales engendrados, nutridos, financiados y armados con tareas anticomunistas y antiprogresistas por los mismos imperialistas que dicen combatir. En ausencia o por la debilidad de los auténticos partidos comunistas y frentes unidos antiimperialistas dirigidos por el proletariado, estas fuerzas trafican con la rebelión del pueblo, en particular en los países árabe-musulmanes. Representan sectores de las clases dominantes compradoras que ya se alimentan de la explotación del pueblo y venden a precio de remate los recursos y, donde están en el Poder, imponen regímenes reaccionarios y oscurantistas como los de Afganistán, Irán y los países árabe-musulmanes en general. Donde estas fuerzas están en el Poder, oprimen a las masas y el poder económico está en manos de los imperialistas. La forma de lucha que utilizan, en este caso inclusive, si bien generaría devastación, nunca contribuirá a fortalecer la guerra de liberación del pueblo ni la unidad entre los oprimidos y los proletarios y los explotados, es decir, la única arma global ganadora contra imperialismo.
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Todos los países imperialistas occidentales, así como Japón, Rusia y China, han declarado su aceptación de esta guerra, pero debajo de esa unanimidad ruge una encarnizada rivalidad por intereses económicos, geoestratégicos, comerciales y financieros, por el control de materias primas, petróleo, etc. Esos intereses, a mediano y largo plazo, no se sacrificarán a los Estados Unidos. Los imperialistas se unen en la misma cruzada contra los pueblos del mundo, si bien con profundas divisiones entre sí, lo que socava en lo estratégico su “potencia de fuego”. Además, los costos y consecuencias internos de esta guerra global podrían y llegarán a ser más explosivos para los países imperialistas.
La Guerra Santa del Sr. Bush es agresión imperialista global que en apariencia va contra el “terrorismo islámico” y los “Estados canallas”, pero en los hechos va contra las guerras populares, luchas armadas antiimperialistas, rebeliones de los pueblos árabes, palestino y musulmanes quienes todavía no cuentan con la dirección roja, proletaria que los dirija hacia la victoria, y los gobiernos que no se alineen con el dominio imperialista. Lanzan una guerra global para asfixiar las aspiraciones de los pueblos y países oprimidos.
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En los países imperialistas occidentales, la Guerra Santa impone un Estado de guerra, un Estado policial, fascista y nazi moderno basado en la defensa racial de los valores y estilo de vida levantado a costa del hambre de la mayoría de los pueblos del mundo. Necesitan un Estado policial para hacer la guerra contra los movimientos de masas antiglobalización en que —desde Seattle hasta Génova— la juventud entra a la lucha, desafiando los intereses de los amos del mundo, de los señores de la guerra y sus valores y estilo de vida, la “civilización” a que rinden culto Bush y Berlusconi. Necesitan un Estado de guerra para hacer la guerra contra los proletarios y oprimidos en las ciudadelas metropolitanas, contra los afroamericanos e inmigrantes latinos, turcos, árabes, asiáticos y africanos quienes, por medio de rebeliones y resistencia —desde los Estados Unidos y el Reino Unido hasta Francia, etc.— luchan contra la explotación, discriminación, racismo y esclavitud.
Desde luego, los imperialistas cuentan con el apoyo de los medios de comunicación y pueden sacar provecho del “efecto 11 de septiembre”, ¿pero hasta qué punto?
Mientras que defienden la “seguridad”, “libertad” y “civilización”, lanzan crisis, recesiones y gastos militares contra los proletarios y pobres quienes ya conforman una gran parte de la población de los países imperialistas, ocultos por los muchos WTC, y al mismo tiempo recortan y eliminan libertades democráticas y derechos individuales y colectivos, desatando más barbarie contra las masas.
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Las masas pueden responder a esta Guerra Santa únicamente acelerando la lucha por defender la vida y las aspiraciones de autodeterminación nacional y social. Los regímenes reaccionarios y títeres serán los primeros en pagar, lo que confirma la contradicción principal en el mundo de hoy: la existente entre el imperialismo y los pueblos oprimidos y en ese sentido, el viento de la revolución es la tendencia principal. El imperialismo es un tigre de papel, un coloso con pies de barro. Los sucesos del 11 de septiembre confirmaron esta verdad, si bien de forma perversa, y las luchas del pueblo deben pasar a primer plano para manifestarla, tanto en los países que ya están en “el ojo del huracán” como los que le entrarán pronto.
Contra la guerra global imperialista, debemos responder impulsando guerras populares, de acuerdo a las particularidades y formas para los diversos países, imperialistas u oprimidos, hasta la victoria de los proletarios y las masas y la realización de un mundo libre de imperialismo y guerra: el comunismo.
¡Contra la agresión imperialista en Afganistán, apoyemos la lucha de liberación de las masas de Afganistán!
¡No a la cruzada “antiterrorismo”! ¡No al Estado de guerra y policial!
¡Imperialismo es agresión, guerra, represión y opresión contra el pueblo!
¡Proletarios y pueblos oprimidos, uníos por la guerra popular hasta el comunismo!
(Traducción de Un Mundo Que Ganar)
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