Dienstag, 8. Dezember 2015

EL COMUNISMO: EL COMIENZO DE UNA NUEVA ETAPA


Un manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos

septiembre de 2008

A pesar de lo que se nos predica constantemente, este sistema capitalista bajo el cual vivimos, este modo de vida que constantemente agota —o en un instante destruye— la vida para la gran mayoría de la humanidad, no representa el mejor mundo posible — ni el único mundo posible. Las formas en que la vida cotidiana, por siglos y milenios, ha hecho que la gran mayoría de la humanidad estuviera abrumada, quebrada en cuerpo y espíritu, por la opresión, agonía, degradación, violencia y destrucción y el oscuro velo de la ignorancia y la superstición, no es la culpa de esta humanidad sufrida — ni es la “voluntad” de algún dios o dioses que no existen, ni el resultado de alguna “naturaleza humana” que no se cambia y no se puede cambiar. Todo eso es la expresión, y el resultado, de cómo la sociedad humana se ha desarrollado hasta este momento bajo la dominación de explotadores y opresores... pero ese mismo desarrollo ha traído a la humanidad a un momento en que lo que por miles de años ha existido, ya no tiene que ser así — en que un modo de vida completamente diferente es posible, en que los seres humanos, como individuos y sobre todo en su interacción mutua entre sí, en todas partes del mundo, pueden quitarse las cadenas pesadas de la tradición y ponerse a su máxima altura y florecer de formas nunca antes vividas o siquiera imaginadas en toda su extensión.

I.
Los largos años de tinieblas — y el avance histórico

Las relaciones económicas y sociales explotadoras, incluidas la sistemática dominación de las mujeres por los hombres y la división de la sociedad en clases distintas con intereses en conflicto, no siempre han existido entre los seres humanos. Una situación en que un grupo pequeño monopoliza no solo la riqueza sino los mismos medios para vivir, y así obliga a cantidades mucho más grandes de personas a trabajar como burros bajo su mando, de una forma u otra, mientras ese pequeño grupo también monopoliza el poder político y los medios de imponer esa explotación y domina la vida intelectual y cultural de la sociedad, condenando a la abrumadora mayoría a la ignorancia y la sumisión — todo eso no siempre ha sido parte de la sociedad humana. Ni tendrá que continuar como la forma en que los seres humanos se relacionan entre sí, mientras estos sigan existiendo. Estas divisiones opresivas surgieron hace miles de años, reemplazando a las primeras formas de sociedad comunal, las que en sí habían existido por miles de años, y que se conformaban de grupos relativamente pequeños de personas que tenían en común sus pertenencias más importantes y trabajaban en común para satisfacer sus necesidades y procrear nuevas generaciones.
Cuando estas primeras sociedades comunales se desintegraron, no se debía a alguna “propensión natural” a buscar una posición superior y a “superarse” a expensas de otros, ni a una supuesta “predisposición genética” de los hombres a subyugar a las mujeres o de una “raza” de personas a conquistar y saquear a otras “razas”. Sin duda a veces había conflictos cuando los miembros de las primeras sociedades comunales se encontraran y no pudieran fácilmente conciliar las diferencias entre sí, pero estas sociedades no se caracterizaban por las divisiones opresivas institucionalizadas que conocemos tan bien hoy. La idea de que algunas personas de esas sociedades se establecieran como amos de otras y que buscaran adquirir riqueza y poder obligando a otras personas a trabajar por ellas les hubiera parecido bien rara, y atroz, a los miembros de esas sociedades comunales. Más bien, el surgimiento de divisiones de clase y de relaciones sociales opresivas entre las personas se debió a cambios en la manera en que los seres humanos se compenetraban con el ambiente natural “externo” y en particular los cambios en la manera en que estos seres humanos llevaban a cabo la producción de los artículos materiales necesarios para la vida y la reproducción y formación de nuevas generaciones.
En particular, cuando se empezó a llevar a cabo la organización de esta producción y reproducción de tal manera que los individuos, en lugar de la sociedad en conjunto, empezaban a controlar el excedente producido por la sociedad por encima y más allá de lo necesario para la mera subsistencia, y sobre todo cuando los individuos se establecieron más o menos permanentemente en parcelas de tierra y empezaron a llevar a cabo producción agrícola en esas tierras, se inició la larga noche en que los seres humanos han estado divididos entre amos y esclavos, los poderosos y los sin poder, los que gobiernan y los gobernados, aquellos con el papel decisivo de determinar el rumbo de la sociedad, y aquellos cuyo futuro se determina así, aunque su papel no incide en la determinación de ese futuro.
A lo largo de esos miles de años de tinieblas para la gran mayoría de la humanidad, la gente ha soñado con una vida diferente — en que la esclavitud, violación, guerras de saqueo y una vida de enajenación, agonía y desesperación ya no constituirían “la condición humana”. Ese anhelo de un mundo diferente se ha expresado en varias formas de fantasía religiosa — mirando más allá de este mundo a un dios o dioses que supuestamente controlaran el destino humano y que supuestamente, en alguna futura vida, si no en esta, por fin compensaran a aquellos que hayan soportado un interminable sufrimiento durante su tiempo sobre la tierra. Pero también ha habido repetidas tentativas de cambiar la situación en el mundo. Ha habido revueltas y sublevaciones, rebeliones de masas, conflictos armados y hasta revoluciones en que sociedades y las relaciones entre distintas sociedades se transformaron de maneras importantes. Han caído imperios, se han eliminado monarquías, han sido derrocados esclavistas y señores feudales. Pero, por cientos y miles de años, mientras que muchas vidas se sacrificaban en estas luchas, por voluntad o sin ella, siempre resultaba que al dominio de un grupo de explotadores y opresores lo reemplazaba el de otro — de una forma u otra, una pequeña parte de la sociedad seguía monopolizando la riqueza, el poder político y la vida intelectual y cultural, dominando y oprimiendo a la gran mayoría y en repetidas ocasiones librando guerras contra estados e imperios rivales.
Todo eso siguió intacto en lo fundamental — la luz de un nuevo día jamás apareció para las masas de la humanidad, a pesar de todo su sacrificio y lucha… hasta que, hace poco más de cien años, surgió algo radicalmente nuevo: un pueblo se levantó que encarnaba no solamente los deseos sino el potencial de acabar con todas las relaciones de explotación y opresión y todos los conflictos antagónicos destructivos entre los seres humanos, por todo el mundo. En 1871, en medio de una guerra entre “su” gobierno y el de Alemania, el pueblo trabajador de la capital de Francia, desde hace mucho explotado, empobrecido y degradado, se levantó para tomar el poder y establecer una nueva forma de asociación del pueblo. Esta fue la Comuna de París, que existió solamente en una parte de Francia y que duró solamente dos meses, pero que representó, en forma embrionaria, una sociedad comunista en que finalmente se eliminarían las diferencias de clases y las divisiones opresivas sociales. La Comuna fue aplastada por el peso y la fuerza del viejo orden — miles cayeron masacrados en una valiente iniciativa pero al final fallida de mantener viva la Comuna. Pero se habían dado los primeros pasos hacia un nuevo mundo, se había abierto el sendero, se había mostrado el camino, si bien solamente de manera fugaz en ese momento.
Aun antes de los sucesos de la Comuna de París, la posibilidad de un mundo radicalmente nuevo, sin explotación y opresión, se había establecido científicamente mediante la obra de Carlos Marx, junto con su contemporáneo y colaborador, Federico Engels, los fundadores del movimiento comunista. Como dijo el mismo Marx unos pocos años antes de la Comuna:
Una vez se ha penetrado en la conexión de las cosas, se viene abajo toda la fe teórica en la necesidad permanente del actual orden de cosas, se viene abajo antes de que dicho estado de cosas se desmorone prácticamente1.
Y eso es lo que había hecho Marx: con ciencia, había analizado y sacado a la luz no solo estas “conexiones” del sistema del capitalismo, que había llegado a ser la forma dominante de explotación en Europa y venía colonizando a grandes partes del mundo, sino también las “conexiones” entre el capitalismo y todas las formas anteriores de la sociedad humana — y al hacerlo, había mostrado que no había ninguna “necesidad permanente” ni para continuar el capitalismo ni para que existiera otra sociedad basada en la explotación y opresión de los muchos por los pocos. Eso fue un avance profundo en el conocimiento de la realidad por los seres humanos, lo que estableció la base teórica para un avance histórico mundial en la práctica, para la revolucionarización sin precedentes de la sociedad y de las relaciones entre las personas por todo el mundo.
El descubrimiento fundamental de Marx fue que el carácter de la sociedad, y las relaciones entre las personas en la sociedad, no se determinan por las ideas y la voluntad de los individuos —ni seres humanos individuales ni seres sobrenaturales fantásticos— sino por la necesidad que las personas tienen para producir y reproducir los artículos materiales necesarios para la vida y la manera en que las personas se reúnen, y los medios que utilizan, para satisfacer esa necesidad. En el mundo actual, con la tecnología altamente sofisticada —y, en particular, para aquellos que están más separados del proceso de producir estas necesidades básicas para la vida— se puede olvidar fácilmente que, si no se llevara a cabo la actividad productiva para satisfacer estas necesidades básicas (comida, vivienda, transporte, etc.) y si las sociedades no fueran capaces de reproducir su propia población, pues pronto la vida se paralizaría y ya no sería posible todo lo que ocurre en la sociedad que más o menos se da por sentado mientras su funcionamiento siga “como si nada”. Penetrar debajo de todos los complejos niveles del desarrollo histórico humano y la organización social a los cimientos subyacentes y al núcleo básico del funcionamiento de la sociedad humana fue una gran hazaña y contribución inapreciable de Marx.
Pero Marx mostró que, en cualquier momento dado, las formas con que la gente lleve a cabo la producción y la reproducción de los artículos materiales necesarios para la vida —el carácter de las fuerzas productivas (la tierra y la materia prima, la tecnología, sea sencilla o compleja, y las propias personas con su conocimiento y capacidad)— determinarán básica y fundamentalmente cómo la gente se organiza, las relaciones de producción que contraen las personas, para poder utilizar de la mejor forma las fuerzas productivas. De nuevo, Marx mostró que estas relaciones de producción no se tratan de la voluntad, ni de los caprichos, de los individuos, por poderosos que sean, sino que por necesidad han de conformarse en lo básico al carácter de las fuerzas productivas en un momento dado. Por ejemplo, si la tecnología de la informática y los procesos de producción correspondientes, que son un eje de las economías modernas actuales, se introdujeran en las sociedades formadas de pequeños grupos de recolectores-cazadores a lo largo de grandes extensiones de territorio (relativas al tamaño de su población), lo que fue el modo de vida de las primeras sociedades comunales, la introducción de esta tecnología traería cambios dramáticos en el carácter de esas sociedades: se trastocaría y se cambiaría su modo de vida de maneras importantes. Ni, por ejemplo, se podría utilizar de manera eficiente la tecnología moderna en la agricultura de plantaciones que fue la columna vertebral del modo de vida del sur de Estados Unidos durante la esclavitud y durante casi cien años después de que la guerra de Secesión de los años 1860 abolió la esclavitud. El carácter de esa agricultura de plantaciones suponía un nivel bajo de tecnología con un proceso productivo intensivo en mano de obra, primero con grandes cantidades de esclavos y luego de aparceros y jornaleros agrícolas: un trabajo rompe-lomo “de la madrugada al anochecer”. De hecho, en el período después de la II Guerra Mundial en particular, la introducción de nueva tecnología en la agricultura del sur —sobre todo una cantidad cada vez mayor de tractores y máquinas de sembrar y pizcar— socavó el viejo sistema de plantaciones y fue un importante factor que generara la expulsión de muchos negros, quienes antes habían estado encadenados a la tierra de una forma u otra, de la tierra hacia las ciudades del norte así como del sur. Eso, a su vez, constituyó una parte importante de la base material sobre la que se libró la lucha para poner fin a la segregación legal y al terror abierto del Ku Klux Klan y otros supremacistas blancos — una lucha que, por medio de enorme sacrificio y heroísmo, llevó a cabo cambios muy importantes en la sociedad estadounidense, y en la posición del pueblo negro en particular, aunque no puso fin, ni pudo poner fin, a la opresión del pueblo negro, la cual ha sido y aún es un elemento integral y fundamental del sistema capitalista imperialista de Estados Unidos2.
Esto ilustra otro hecho crucial que Marx sacó a la luz: sobre los cimientos de las relaciones de producción existentes en un momento dado, se levantará una superestructura de política e ideología —estructuras, instituciones y procesos políticos, modos de pensar y cultura— que en un sentido fundamental tiene que corresponder y corresponderá a las relaciones de producción existentes y a su vez les servirá y las reforzará. Marx mostró además que desde que los cambios en las fuerzas productivas generaron el surgimiento de las relaciones de producción caracterizadas por la subyugación y la dominación, se ha dividido la sociedad en diferentes clases, cuya posición en la sociedad se desprende de su papel específico en el proceso de producción. En una sociedad dividida en clases, será la clase que domina la economía —ese grupo en la sociedad que monopoliza la propiedad y el control de los grandes medios de producción (tecnología, tierras, materia prima, etc.)— la que dominará también la superestructura de política e ideología. Esta clase que domina la economía ejercerá un monopolio del poder político. Este monopolio del poder político está concentrado en el estado —en particular los instrumentos de represión política, tales como la policía y el ejército, el sistema jurídico y las instituciones penales, así como el poder ejecutivo— y asume una expresión concentrada en el monopolio de la fuerza armada “legítima”. Asimismo, los modos de pensar dominantes en la sociedad, y sus expresiones en la cultura, corresponderán al punto de vista y a los intereses de la clase dominante (como Marx y Engels lo explicaron en el Manifiesto Comunista, mientras que una sociedad esté dividida en clases, las ideas dominantes en cualquier época no han sido nunca más que las ideas de la clase dominante).
Bien, ¿qué es la base fundamental, y cuáles son las fuerzas motrices subyacentes, del cambio en la sociedad? Marx analizó que, por medio de la actividad y las innovaciones de los seres humanos, se desarrollan constantemente las fuerzas productivas, y en cierto momento las nuevas fuerzas productivas que se han desarrollado entrarán en antagonismo con las relaciones de producción existentes (y la superestructura de política e ideología que corresponde a esas relaciones de producción). En ese momento, como lo caracterizó Marx, las relaciones de producción existentes han llegado a ser, en un sentido global, trabas, una cadena sobre las fuerzas productivas; y cuando surja tal situación, hay que llevar a cabo una revolución cuyo objetivo fundamental sea revolucionar las relaciones de producción, hacer que correspondan a las fuerzas productivas, a fin de generar una situación en que las relaciones de producción sean una forma más adecuada para el desarrollo de las fuerzas productivas, y no trabas a ese desarrollo. Las fuerzas que representen a una clase que encarna el potencial para llevar a cabo esta transformación de las relaciones de producción, para hacer que correspondan, en lo fundamental, a la manera de que se han desarrollado las fuerzas productivas, impulsan tal revolución. Pero esta revolución debe, y solamente puede, darse en la superestructura —en la lucha por el poder político sobre la sociedad, derrocando y desmantelando el viejo poder estatal y estableciendo un nuevo poder estatal— lo que por tanto posibilita la transformación de las relaciones de producción, así como la propia superestructura, de acuerdo a los intereses de la nueva clase dominante y su capacidad de desencadenar y utilizar de forma más plena las fuerzas productivas.
Claro, la revolución es un proceso sumamente complejo en que participan muchas personas y grupos, con muchos puntos de vista y objetivos, y puede que aquellos que llevan a cabo tal revolución estén más o menos conscientes de cuáles son las contradicciones subyacentes —entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción— cuyo desarrollo ha establecido la necesidad de tal revolución y ha dado pie a la dinámica que la hace posible y necesaria. Pero a la larga la influencia de estas contradicciones y esta dinámica llevarán a primer plano a aquellos que pueden actuar y que sí actúan básicamente según la necesidad de transformar las relaciones de producción de modo que correspondan al desarrollo de las fuerzas productivas. Eso es lo que pasó, por ejemplo, en la revolución francesa de finales del siglo 18 y comienzos del 19, la más radical de todas las revoluciones burguesas: muchas fuerzas de clase y grupos sociales diferentes participaron en esa revolución, pero a fin de cuentas fueron las fuerzas políticas que se pusieron a establecer el sistema capitalista, en lugar del viejo sistema feudal, las que pudieron afianzarse en el poder, en lo fundamental porque esa transformación de la economía, y de la sociedad en conjunto sobre esa base, representó el necesario medio para hacer que las relaciones de producción correspondieran a la manera en que las fuerzas productivas se habían desarrollado.
La guerra de Secesión estadounidense también ilustra los principios y métodos básicos que Marx desarrolló y aplicó al desarrollo histórico humano. Esta guerra de Secesión ocurrió en lo fundamental como resultado del hecho de que dos distintos modos de producción —caracterizados por distintos sistemas de relaciones de producción: el capitalismo y la esclavitud— se habían entrado en un conflicto antagónico entre sí y ya no podían coexistir en el mismo país. El resultado de esta guerra de Secesión fue que, con el triunfo de la clase capitalista centrada en el Norte, se abolió el sistema de esclavitud y llegó a dominar en todo el país el sistema capitalista — aunque, sobre todo después de un corto período de Reconstrucción tras la guerra de Secesión, la aristocracia terrateniente sureña y los nacientes capitalistas en el Sur se vieron integrados de nuevo en la clase dominante del país en conjunto, y de hecho han tenido una importante influencia en esa clase dominante, mientras subyugaron de nuevo a los ex esclavos con formas de explotación y opresión apenas menos duras que la esclavitud (y algunas formas de esclavitud seguían existiendo, en particular en el Sur, por mucho tiempo después de la abolición legal y formal de la esclavitud).
De estos ejemplos históricos, se puede ver cómo, en las revoluciones que llevaron a cabo cambios cualitativos en la sociedad pero no obstante solamente llevaron a establecer a una nueva clase explotadora en la posición dominante, se ha repetido el mismo patrón en que las masas oprimidas se sacrifiquen (o sean sacrificadas) en estas revoluciones (por ejemplo, 200.000 ex esclavos combatieron por el Norte en la guerra de Secesión, una vez que se les permitiera hacerlo, y murieron con una tasa de mortalidad mucho más alta que los otros soldados del ejército de la Unión) pero a fin de cuentas los explotadores de las masas, nuevos o antiguos, se beneficiaron de ese sacrificio. Así ha sido desde que las divisiones de clases y la dominación de clases explotadoras han surgido y han caracterizado la sociedad humana. Eso fue todo lo que era posible... hasta ahora.
La cosa más significativa, y liberadora, que Marx sacó a la luz es que el desarrollo de la sociedad humana, como resultado de la dinámica que él descubrió, ha llevado a una situación en que un mundo radicalmente diferente es posible. Hemos llegado al momento en que, por medio del complejo desarrollo que se ha esbozado solamente en términos muy básicos aquí, las fuerzas productivas ya existen que hacen posible crear, y expandir de manera continua, una abundancia que, en términos fundamentales, la humanidad en conjunto puede compartir y utilizar para satisfacer las necesidades materiales de la gente en todas partes, y a su vez proporcionar una vida intelectual y cultural cada vez más enriquecida para todos. No solo se ha desarrollado la tecnología con que es posible hacer todo eso en un sentido general sino que también es posible que grandes grupos de personas que trabajan en común utilicen —y de hecho deberían utilizar— esta tecnología. Marx descubrió la contradicción fundamental del sistema capitalista que aún domina el mundo a un costo tan grande y con daños tan grandes para la humanidad: la contradicción entre el modo socializado con que se lleva a cabo la producción, y el hecho de que una pequeña cantidad de capitalistas controla este proceso de producción y se apropia lo que produce. Como recalca la Constitución de nuestro Partido:
[E]n el mundo de hoy grandes cantidades de personas —que trabajan colectivamente y están organizadas en redes altamente coordinadas— llevan a cabo la abrumadora mayoría de la producción de cosas y la distribución de estas. En la base de todo este proceso está el proletariado, una clase internacional que no es dueño de nada, sin embargo ha creado y trabaja estas enormes fuerzas productivas socializadas. Estos gigantescos poderes productivos podrían facilitar que la humanidad no solo satisficiera las necesidades básicas de cada persona del planeta, sino que construyera una nueva sociedad, con un conjunto completamente diferente de relaciones y valores sociales… una sociedad en que todos verdadera y plenamente pudiesen florecer3.
Lograr eso —resolver, por medios revolucionarios, la contradicción fundamental del capitalismo y dejar atrás la división de los seres humanos en explotadores y explotados, gobernantes y gobernados— es el objetivo de la revolución comunista. Es una revolución que corresponde a los intereses fundamentales del proletariado, que lleva a cabo, en las condiciones de dominación y explotación capitalista, la producción socializada y que encarna el potencial de hacer que las relaciones de producción correspondan a las fuerzas productivas, y que desencadena más esas fuerzas productivas, entre ellas, el propio pueblo. Pero, a diferencia de todas las clases anteriores que han llevado a cabo revoluciones en beneficio de sus intereses, el proletariado revolucionario no nada más aspira a colocar a sí mismo y a sus representantes políticos en la posición dominante de la sociedad; aspira a dejar atrás la división de la sociedad en clases, arrancar de raíz todas las relaciones opresivas y con ello eliminar todas las instituciones e instrumentos por medio de los cuales una parte de la sociedad domine y suprima a las otras. Como Marx resumió de manera sucinta, esta revolución tiene como objetivo —y se concluirá únicamente cuando se haya logrado— lo que han llegado a llamarse las “4 todas”: la abolición de todas las diferencias de clase, de todas las relaciones de producción en que estas descansan, de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción y la revolucionarización de todas las ideas que surgen de esas relaciones sociales. Marx también sintetizó de manera sucinta y poderosa la esencia de eso recalcando que el proletariado solo puede emanciparse a sí mismo emancipando a toda la humanidad.
Por todo eso, la revolución comunista representa la revolución más radical y verdaderamente liberadora de la historia.
Al repasar la inmensa experiencia histórica que figuró en sus conclusiones, Marx señaló el profundo concepto de que la gente efectivamente hace la historia, pero no la hace de la manera que quiera. La hace de acuerdo a las condiciones materiales —y en particular las condiciones y relaciones económicas subyacentes— que ha heredado de generaciones anteriores, y los potenciales caminos del cambio que se hallan en la naturaleza contradictoria de estas condiciones. Como señaló Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, en “Hacer la revolución y emancipar a la humanidad” (parte 1):
Aquí se puede trazar una analogía a la evolución en el mundo natural. Una de las cosas que se recalca una y otra vez en el libro sobre la evolución de Ardea Skybreak es que el proceso evolutivo solo puede efectuar cambios a partir de lo que ya existe…. La evolución en el mundo natural solo se da y solo se puede dar por medio de cambios que surgen a partir de la realidad y las limitaciones que ya existen (o, para decirlo de otra manera, la necesidad que existe), y en relación con ellas4.
Eso da la respuesta básica para aquellos que preguntan: ¿qué derecho tienen ustedes los comunistas de decir cómo se pueda organizar la sociedad, qué derecho tienen los comunistas de dictar qué cambio sea posible y cómo deba darse? En esencia, estas preguntas están mal planteadas y representan una mala interpretación básica de la dinámica del desarrollo histórico —y de los posibles caminos del cambio— en la sociedad así como en el mundo material en general. Es como preguntar por qué los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos —o por qué los seres humanos no pueden tener hijos capaces de volar alrededor de la tierra por sí mismos en un instante, saltar sobre edificios altos de un solo brinco y tener una vista de rayos X que traspasa objetos sólidos— y pedir que se conteste: ¿qué derecho tienen ustedes de dictar qué resulte de la reproducción, qué derecho tienen de decir que los vástagos humanos tengan ciertas características y no otras? No se trata de “qué derecho tienen” sino de qué es la realidad material, y qué posibilidades para el cambio residen en el carácter —contradictorio— de esa realidad material. Se trata de dos cosas:
Por primera vez en la historia de la humanidad, han surgido las condiciones materiales que hacen que sea posible la abolición final de las relaciones de dominación, opresión y explotación; y se ha desarrollado el marco teórico para guiar la lucha hacia ese objetivo a partir de la realidad material, y de su desarrollo histórico, que ha generado esta posibilidad.
Al mismo tiempo, esta transformación histórica mundial de las relaciones sociales humanas solo puede darse a partir de las condiciones materiales concretas, y las contradicciones que las caracterizan, que abren esta posibilidad, pero que también contienen obstáculos a la realización de esta transformación social radical; y requiere que se entienda y se trate de manera científica esta dinámica contradictoria —y que dirija un grupo organizado de personas sustentado en este método y enfoque científicos— para llevar a cabo la lucha compleja y ardua por lograr esta transformación por medio del avance hacia el comunismo en todo el mundo.

II.
La primera etapa de revolución comunista

La Comuna de París fue una primera gran tentativa de escalar las alturas de la emancipación humana, y fue un precursor del futuro, pero no contó con la dirección necesaria y no se guió por la necesaria orientación científica para poder resistir los inevitables embates contrarrevolucionarios de las fuerzas del viejo orden y después llevar a cabo una transformación omnímoda de la sociedad, en todas las esferas: la económica, la social, la política, la cultural y la ideológica. A algunas personas que ven la experiencia de la Comuna con un método y punto de vista idealizados y no científicos, les gusta señalar la ausencia de una dirección de vanguardia organizada, unificada sobre la base de un punto de vista científico y marxista, como una de las virtudes de la Comuna. Pero esa fue una de sus mayores debilidades y uno de los factores principales que contribuyeron a su derrota, después de un tiempo muy corto. La ausencia de tal dirección —y el intento de tomar medidas de inmediato para eliminar en esencia toda dirección institucionalizada— es una razón importante de por qué la Comuna no reprimió suficientemente a las fuerzas organizadas que estaban decididas a eliminar la Comuna y asegurar que el espectro de la revolución comunista —tan terrible desde el punto de vista de los explotadores y opresores— nunca surgiera de nuevo. En particular, como señaló Marx, los comuneros no marcharon de inmediato sobre la plaza fuerte de la contrarrevolución, en la vecina ciudad de Versalles; y así la contrarrevolución pudo movilizar fuerzas, marchar sobre París y dar el golpe de gracia a la Comuna y así masacrar a miles de sus luchadores más decididos.
Pero más allá de las consecuencias inmediatas que surgieron, en una medida importante, de las deficiencias y las limitaciones de la Comuna de París, la realidad es la siguiente: si la Comuna hubiera derrotado los ataques de la contrarrevolución y hubiera sobrevivido, hubiera tenido el reto aún mayor de reorganizar y transformar a la sociedad entera, y no solamente la capital de París, donde mantuvo el poder por un tiempo maravilloso pero demasiado corto. Hubiera tenido que crear una economía radicalmente nueva y diferente, una economía socialista, en un país en que la mayoría de la población todavía eran campesinos o pequeños agricultores, y hubiera tenido que superar las disparidades y la opresión profundas y arraigadas en las tradiciones, en particular las cadenas que han atado a la mujer por milenios. Aquí de nuevo sobresalen las debilidades y las limitaciones de la Comuna: las mujeres tuvieron un papel vital y heroico en la creación de la Comuna y la lucha para defenderla, pero se les mantuvo en una posición subordinada en la Comuna.
Menos de 50 años después de la derrota de la Comuna de París, en medio de la I Guerra Mundial entre los imperialistas, se llevó a cabo una transformación revolucionaria mucho más trascendental y profunda en lo que había sido el imperio ruso. Esta revolución derrocó al zar (monarca ruso) que fue el soberano hereditario de este imperio, y después derrocó a la clase capitalista que trató de llenar el “vacío de poder” y tomarse el control de la sociedad, una vez derrocado el zar. En esta revolución, dirigida por V. I. Lenin, se estableció la Unión Soviética, como primer estado socialista del mundo; y aunque Lenin murió en 1924, durante varias décadas después de su muerte se llevó a cabo la transformación socialista ahí, mientras enfrentaban incesantes amenazas y repetidos ataques de fuerzas contrarrevolucionarias, de dentro y fuera del país, entre ellos la gran invasión de la Unión Soviética por la Alemania nazi imperialista durante la II Guerra Mundial, que dejó más de 20 millones de ciudadanos soviéticos muertos y muchísima destrucción material.
Al dirigir esta revolución, en su primer gran paso de tomar y consolidar el poder político y embarcarse en el camino de la transformación socialista, Lenin partió de los grandes avances científicos que Marx desarrolló, y continuó desarrollando esa ciencia viva del marxismo. Sacó lecciones importantes de la Comuna de París, además de la experiencia histórica de la sociedad humana, y del mundo natural, más ampliamente. De gran importancia, Lenin sistematizó el análisis que dice que es una necesidad fundamental tener un partido comunista de vanguardia para que las masas tengan la capacidad de librar una lucha cada vez más consciente para derrocar el dominio de los capitalistas y luego llevar a cabo la transformación radical de la sociedad hacia la meta final del comunismo en todo el mundo.
Lenin también aplicó y desarrolló el análisis forjado por Marx, a partir de sintetizar las duras lecciones de la Comuna de París, de que al llevar a cabo la revolución comunista, no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del estado tal como está, que sirvió al sistema capitalista; es necesario destrozar y desmantelar ese estado y sustituirlo con un estado nuevo: en lugar de lo que es en realidad la dictadura de la clase capitalista (la burguesía), es necesario establecer el dominio político de la naciente clase revolucionaria, la dictadura del proletariado, como un tipo de estado radicalmente diferente, que incorporará cada vez más a las masas populares para llevar a cabo la transformación revolucionaria de la sociedad. Esta dictadura revolucionaria es necesaria, enfatizó Lenin, por dos razones básicas:
1) Impedir que los explotadores —viejos y nuevos, en el país y en otras partes del mundo— derroquen y ahoguen en sangre a la lucha de las masas populares para forjar una sociedad, y un mundo, radicalmente nuevos, para avanzar hacia la realización de las “4 todas”.
2) Garantizar los derechos del pueblo en cada momento, aun con las desigualdades que queden, de varios grados, entre diferentes sectores de la población durante las varias fases de la transición socialista hacia el comunismo, al mismo tiempo que la meta de la dictadura del proletariado es seguir arrancando de raíz y con el tiempo dejar atrás tales desigualdades sociales y alcanzar el punto, en todo el mundo, en que las divisiones sociales opresivas ya no puedan surgir de nuevo, y el estado, como instrumento institucionalizado que hace cumplir leyes y derechos, ya no sea necesario, y al estado mismo lo reemplace la autogestión del pueblo, sin diferencias de clase y sin antagonismos sociales.
Para citar otra vez el “Preámbulo” de la Constitución de nuestro Partido:
Todos los estados anteriores han apoyado la extensión y la defensa de las relaciones de explotación; han impuesto el dominio de las clases explotadoras; y se han fortalecido para prevenir cualquier cambio fundamental de estas relaciones. En contraste, la dictadura del proletariado pretende abolir con el tiempo al propio estado, con la abolición de las diferencias de clase y todas las relaciones sociales antagónicas que conducen a la explotación, opresión y constante regeneración de los conflictos destructivos entre las personas. Para seguir avanzando hacia ese objetivo, la dictadura del proletariado tiene que atraer cada vez más a las masas populares, de muchos sectores sociales diferentes, a jugar un papel importante en el proceso de manejar la sociedad y continuar el avance hacia el objetivo final del comunismo en todo el mundo.
En los pocos años en que Lenin dirigió al nuevo estado soviético, lo dirigió a emprender la transformación de la economía, y la sociedad en general, y a dar orientación teórica y apoyo activo a la lucha revolucionaria en todo el mundo. Pero, con la muerte de Lenin en 1924, les tocó a otros miembros del Partido Comunista soviético, y en particular a José Stalin, quien salió como dirigente del Partido Comunista soviético, hacer frente al reto de dirigir este proceso hacia adelante, en un mundo hostil dominado por poderosos países imperialistas y otros estados reaccionarios. Esta fue una experiencia histórica sin precedente: durante unas décadas, se llevaron a cabo cambios profundos en la economía así como en las relaciones sociales en general —entre ellas las relaciones entre mujeres y hombres, así como entre las nacionalidades— y en las instituciones políticas y la cultura de la sociedad y en la concepción del mundo de las masas populares. El nivel de vida del pueblo mejoró mucho, en todas las esferas, entre ellas los servicios de salud, la vivienda, la educación y la alfabetización. Pero, más que eso, se empezó a liberar a las masas populares de la carga de la explotación y el peso de las añejas tradiciones. Se realizaron grandes logros en todas las esferas de la vida y de la sociedad, pero como es lógico también había limitaciones, deficiencias y errores muy reales — algunos de ellos se debieron a la situación en que estaba la Unión Soviética, como único estado socialista del mundo durante algunas décadas (hasta después de la II Guerra Mundial), y otros se debieron a problemas en el punto de vista, enfoque y método de aquellos que dirigían este proceso, en particular Stalin. Con la necesaria perspectiva histórica y la aplicación de un enfoque y método científicos, materialistas y dialécticos —y en oposición al aparentemente interminable chorro de tergiversaciones y calumnias lanzadas en contra del socialismo y el comunismo—, se puede, y se debe, sacar claramente la conclusión de que fue decididamente positiva, aun con los innegables aspectos negativos, la experiencia histórica del socialismo en la Unión Soviética (y aún más en China, después de establecer el socialismo ahí) — de la que hay que sacar lecciones profundas5.
Fue Mao Tsetung quien dirigió la lucha revolucionaria en China durante varias décadas, que culminó con la victoria de la primera etapa de esta revolución y la fundación de la República Popular China en 1949. Para entender la enorme importancia de eso, es necesario tener presente que la opinión común, incluso en el movimiento comunista, decía que, en un país como China, no era posible hacer una revolución que llegara al socialismo y llegara a ser parte de la lucha mundial hacia el objetivo final del comunismo, de la manera en que se realizó en los hechos con la dirección de Mao. China no solo era un país atrasado con una población en su gran mayoría campesina (eso también fue cierto en Rusia, en el momento de la revolución de 1917), sino que no era un país capitalista, pues la dominaban otros países capitalistas imperialistas, y se deformaban la economía y la sociedad en general de China en beneficio de los imperativos de la dominación imperialista extranjera y la acumulación capitalista al servicio de esos imperialistas. Además, la revolución que dirigió Mao en China no tuvo por objetivo inmediato el socialismo, sino que construyó un amplio frente unido contra el imperialismo y el feudalismo (y el capital burocrático ligado al imperialismo y al feudalismo); y no se llevó a cabo esta revolución centrándola en las ciudades, en la pequeña clase obrera ahí, sino librando una guerra revolucionaria prolongada, basada en el campesinado en el vasto campo, cercando las ciudades desde el campo y finalmente derrotando a las fuerzas reaccionarias en sus plazas fuertes en las ciudades y tomando el poder nacional, completando la primera etapa de esta revolución y abriendo el camino hacia el socialismo.
Pero, como Mao mismo señaló, por importante e histórica que fuera esa victoria, fue solamente el primer paso en una gran marcha. Había que hacer frente de inmediato al reto de avanzar en el camino socialista, o si no, se perderían incluso las victorias iniciales de la revolución — el país caería de nuevo bajo la dominación de clases explotadoras y de potencias imperialistas extranjeras. Pero había más: mientras que se emprendía el proceso de construir una economía socialista y llevar a cabo los cambios respectivos en las otras esferas de la sociedad, y mientras que Mao sintetizaba esta experiencia inicial, venía tomando conciencia de que era necesario desarrollar un enfoque de la transformación socialista distinto al “modelo” de lo que se había hecho en la Unión Soviética. El enfoque de Mao le dio más iniciativa a la gente de los niveles básicos y las localidades, y sobre todo no hizo hincapié tanto en la tecnología —aunque Mao reconoció que el desarrollo de una tecnología más avanzada era muy importante— sino, ante todo, en la iniciativa consciente de las masas populares. Este enfoque se sintetizó en el lema empeñarse en la revolución, promover la producción, que dio la pauta básica para llevar a cabo la construcción económica de una manera que fortaleciera la base para seguir avanzando en el camino socialista y se reforzara mutuamente con la transformación revolucionaria de las relaciones de producción y la superestructura política e ideológica.
Todo eso estuvo relacionado con la contribución más importante y decisiva de Mao a la causa de la revolución comunista, y fue parte del proceso del desarrollo de la misma: la teoría de continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado, hacia la meta final del comunismo, y la dirección de Mao para transformar esta teoría en un poderoso movimiento revolucionario de las masas populares, en el curso de la Revolución Cultural de China, durante una década a partir de mediados de los años 60. Al romper de nuevo con la “opinión común” del movimiento comunista, Mao hizo el análisis pionero de que a lo largo del período socialista existían las condiciones materiales que generarían el peligro de la derrota para la revolución socialista. Las contradicciones en la base económica, en la superestructura y en la relación entre la base y la superestructura de los propios países socialistas, así como la influencia, la presión y los ataques abiertos de los estados imperialistas y reaccionarios que quedarían en un momento dado, engendrarían diferencias de clase y la lucha de clases en un país socialista; estas contradicciones generarían constantemente la posibilidad de que se dirigiera la sociedad por el camino socialista o el camino capitalista, y que en particular volvería a generar una y otra vez una clase aspirante a burguesía, en la propia sociedad socialista, que tendría su expresión más concentrada en aquellos dentro del Partido Comunista, y específicamente en los niveles más altos, quienes adoptarían líneas y políticas revisionistas, que en nombre del comunismo se acomodarían al imperialismo y dirigirían la situación de regreso al capitalismo. Mao identificó a estos revisionistas como “los altos dirigentes seguidores del camino capitalista” y ubicó a la lucha entre el comunismo y el revisionismo como la expresión concentrada, en la superestructura, de la contradicción y la lucha en la sociedad socialista entre el camino socialista y el camino capitalista. Mao reconoció, y señaló, que mientras que existan estas condiciones materiales y sus manifestaciones ideológicas, no puede haber garantías contra la revocación de la revolución y la restauración del capitalismo, no puede haber ningún medio sencillo y fácil para prevenir eso ni ninguna solución salvo continuar la revolución para restringir y al final, junto con el avance de la revolución en todo el mundo, arrancar de raíz y eliminar las desigualdades sociales y otros vestigios del capitalismo que dieron lugar a este peligro.
De nuevo, es importantísimo este análisis teórico de Mao — que despejó mucha confusión acerca de si había un peligro de la restauración capitalista en una sociedad socialista, y por qué, y que dio una orientación fundamental para movilizar a las masas para avanzar en el camino socialista en oposición a las fuerzas revisionistas cuya orientación y acciones llevaban precisamente a tal restauración capitalista. La Revolución Cultural de China fue la encarnación viva de tal movilización revolucionaria de masas, en que decenas y cientos de millones de personas debatieron y lucharon sobre cuestiones que afectaban de manera decisiva el rumbo de la sociedad y de la revolución mundial. Durante diez años, este levantamiento de masas logró refrenar, y poner a la defensiva, a las fuerzas de la restauración capitalista, entre ellas los altos dirigentes en el Partido Comunista de China como Deng Xiao-ping. Pero, poco después de la muerte de Mao en 1976, esas fuerzas —dirigidas por un tiempo tras bambalinas y luego abiertamente por Deng Xiao-ping— lograron dar un golpe de estado —echando mano del ejército y de otros órganos del estado para reprimir a los revolucionarios, asesinar a muchísimos miles y encarcelar a muchos más— y se pusieron a restaurar el capitalismo en China. Desgraciadamente, esa fue una manifestación viva del mismo peligro que Mao identificó con tanta claridad, y cuya base había analizado de manera tan penetrante6.

III.
El fin de una etapa, y las conclusiones que deben sacarse y no deben sacarse de esta experiencia histórica

Después del golpe de estado revisionista y la restauración del capitalismo en China, tras el ascenso al poder de los revisionistas en la Unión Soviética 20 años antes7, terminó la primera ola de revolución comunista. En el lenguaje sencillo y básico de la Constitución de nuestro Partido: “ya han pasado décadas desde que el proletariado tuvo el poder en un país; hoy, pese a lo que se llamen, no hay países socialistas”.
Además, este revés del socialismo y de la causa del comunismo, y el derrumbe de la Unión Soviética mucho después de que dejó de ser socialista, han suscitado un tiburonesco frenesí en las fuerzas reaccionarias que siempre han odiado, en la profundidad de su cruel ser, la revolución comunista y la transformación radical de la sociedad que encarna, y que han buscado constantemente, por los medios que sean, contribuir a la derrota y a la destrucción de esta revolución. Han intensificado más sus esfuerzos de echar la mayor cantidad de lodo posible sobre el comunismo y la transformación liberadora de la sociedad que representa, tergiversando y calumniando esa revolución mediante un implacable embate ideológico, a fin de ver que nunca vuelva a surgir; proclamando el triunfo irrevocable del sistema capitalista; tachando de pesadilla el sueño de un mundo radicalmente diferente y mejor y específicamente la revolución comunista que aspira a ese mundo; y diciendo que la verdadera y aparentemente interminable pesadilla del actual sistema es la más excelsa encarnación de las posibilidades humanas.
Imagina una situación en que los creacionistas fundamentalistas cristianos hayan tomado el poder, en las academias de ciencias y en la sociedad en general, y que se hayan puesto a suprimir los conocimientos de la evolución. Imagina que vayan a tales extremos de ejecutar y encarcelar a los científicos y educadores más prominentes que habían insistido en enseñar la evolución y en llevar los conocimientos de la misma a la población, y que desdeñen y echen por tierra el hecho científico bien establecido de la evolución, denunciándola y ridiculizándola como una teoría defectuosa y peligrosa que va contra la conocida “verdad” de la historia bíblica de la creación y las ideas religiosas de la “ley natural” y el “orden decretado por Dios”. Si continuamos con la analogía, imagina que en esta situación muchas “autoridades” intelectuales, y otra gente que sigue tras ellas, se suban al tren: “No solo fue ingenuo sino criminal creer que la evolución fuera una teoría científica bien documentada e imponer esa creencia en la sociedad”, dicen. “Ahora podemos ver que es de la ‘opinión común’ que nadie cuestiona (así que, ¿por qué debemos hacerlo nosotros?), que la evolución encarna una concepción del mundo y lleva a acciones que tendrán efectos desastrosos para los seres humanos. Nos embaucaron con las arrogantes afirmaciones de aquellos que propagaban esta noción. Podemos ver que todo lo que exista, o que haya existido, no pudo haber surgido sin la mano-guía de un ‘diseñador inteligente’”. En conclusión, imagina que en esta situación, incluso muchas personas que antes sí tenían mejor criterio, se desorienten y se desmoralicen, calladas ante la intimidación cuando no se unan, sumisa o firmemente, al coro de claudicación y denuncia.
La derrota temporal del socialismo y el fin de la primera etapa de revolución comunista han tenido muchos rasgos y consecuencias que son análogos a tal situación. Entre otras cosas, ha conducido a tener las miras bajas y los sueños reducidos: aun entre muchas personas que antes sí tenían mejor criterio y que habían aspirado a mayores cosas, a corto plazo ha suscitado la aceptación de la idea de que, en realidad y al menos en un futuro inmediato, no puede haber ninguna alternativa al mundo tal como es, bajo la dominación de los imperialistas y otros explotadores. Que lo máximo que se puede esperar, y por lo que se puede trabajar, son ajustes secundarios en el marco de acomodarse al sistema. Que lo demás —sobre todo el intento de llevar a cabo una ruptura revolucionaria con los confines de este sistema a fin de alcanzar un mundo comunista radicalmente diferente— no es realista y va a traer el desastre.
Al mismo tiempo, en el “vacío” suscitado por la pérdida del socialismo y los reveses acompañantes para el comunismo, y con las depredaciones constantes y aún mayores del imperialismo —con los trastornos, caos y opresión que todo eso trae para literalmente miles de millones de personas en todo el mundo—, han crecido de manera importante el fundamentalismo religioso y sus expresiones organizadas en muchas partes del mundo, inclusive en los sectores sociales más oprimidos. Tanto los saqueadores y asesinos múltiples imperialistas como los fundamentalistas religiosos fanáticos —siendo más poderosos los primeros y quienes hacen más daño y quienes al hacer eso, dan más impulso a los segundos— representan un velo oscuro, y cadenas muy reales, de esclavización e ignorancia obligatoria, y se refuerzan aunque se oponen mutuamente.
Pero todo eso no ha eliminado la realidad: ni la realidad de cómo es el mundo bajo el dominio del sistema capitalista imperialista y el horror de todos los días para la gran mayoría de la humanidad, ni la realidad de lo que representa el comunismo para la humanidad y la posibilidad de hacer nuevos avances en el camino de la revolución comunista.
Cuando examinamos, con un punto de vista y método científicos, la rica experiencia de los primeros países socialistas y la primera etapa de revolución comunista en general, podemos ver que el problema no es, tal como nos han repetido constantemente, que la revolución comunista, en el proceso de deshacerse del capitalismo, buscaba en vano eliminar una característica inmutable que hace que la gente luche por fines egoístas como motivo “fundamental”, y que tal egoísmo debe de ser el principio motriz y guía de la sociedad, porque si no, violaría la “naturaleza humana” y por ende sumiría a la sociedad en la catástrofe y sometería a la población a la tiranía. El problema es que esta revolución, que ha llevado a cabo profundos cambios en las circunstancias y en las personas como resultado de la iniciativa cada vez más consciente de la gente que está asumiendo el punto de vista comunista, no se ha dado en un vacío ni con la gente como “tabla rasa”, sino en condiciones y con personas tales como han surgido de la vieja sociedad y con los “vestigios” de esa sociedad (y de miles de años de tradiciones que encarnan y justifican las relaciones opresivas entre los miembros de la sociedad). Y las nuevas sociedades socialistas que estas revoluciones han generado, han existido en un mundo donde aún domina el imperialismo, con su poder aún muy formidable en los frentes económico, político y militar.
Tal como Marx y Lenin sabían en términos básicos, y tal como Mao descubrió y explicó mucho más a fondo, el socialismo no es un fin en sí: aún no es el comunismo sino la transición hacia el comunismo, que no se puede lograr solito en este o aquel país sino solamente a escala mundial, con el derrocamiento de todas las clases dominantes reaccionarias y la abolición de todas las relaciones explotadoras y opresivas en todas partes. Durante toda la transición socialista, debido a que los estados reaccionarios seguirán existiendo y que por algún tiempo cercarán y amenazarán a los estados socialistas que surjan; y debido a los vestigios de la vieja sociedad —en las relaciones de producción, en las relaciones sociales y en la superestructura de política, ideología y cultura— que aún existen en la propia sociedad socialista, pese a que el avance por el camino socialista lleve a restringir estos vestigios y a transformar importantes elementos de ellos hacia el objetivo final del comunismo… debido a todo eso, aún existe la posibilidad de que la influencia del pasado, que aún no ha muerto y que aún es poderosa, pueda apoderarse de la sociedad y arrastrarla hacia atrás. En una palabra, por esas razones, el peligro de la restauración capitalista sigue existiendo a lo largo de la transición socialista y es posible combatirlo y vencerlo únicamente continuando la revolución en el propio país socialista, y haciendo esto como parte de la revolución comunista en todo el mundo y apoyando y promoviendo activamente esta revolución comunista.
La revocación del socialismo y lo que es en los hechos la restauración del capitalismo en la Unión Soviética y China no se trata de “la revolución que se comió a sus propios hijos”… de “unos revolucionistas comunistas conspiradores que se volvieron tiranos totalitarios” una vez en el poder… de “dirigentes burocráticos eternamente atrincherados en el poder que asfixian y sofocan la democracia (burguesa)”… no fue “el resultado inevitable de perpetuar la organización jerárquica de la sociedad”… ni ninguna de las otras nociones no científicas y erróneas en lo fundamental que se propagan de manera tan incesante hoy en día al atacar el comunismo. Aquellos que provocaron directamente la derrota de la revolución, en la Unión Soviética y China, en los hechos fueron personas en altos puestos en el partido revolucionario y el estado, pero no fueron un grupo de burócratas sin rostro por encima de las clases, ávidos del poder para sí mismos. Tal como Mao los describió, fueron altos dirigentes seguidores del camino capitalista, representantes del capitalismo y no del comunismo, y en particular de los vestigios del capitalismo que todavía no se habían arrancado de raíz y superado en su totalidad, y que no se podrían eliminar a corto plazo y dentro de los confines de uno u otro país socialista.
El hecho de que los revisionistas fueron altos dirigentes en el partido y el aparato estatal no es una manifestación de un defecto fundamental del comunismo ni de la revolución comunista y la sociedad socialista tales como se han desarrollado hasta ahora. Tampoco indica que se necesite hallar otro medio y modelo distintos para llegar a un mundo radicalmente diferente. Estos reveses del socialismo tienen causas más profundas, y los explica un análisis comunista científico de la sociedad y en particular del socialismo como una transición del capitalismo al comunismo: residen en las contradicciones que, en aspectos importantes, aún quedan de la antigua sociedad que se ha derrotado pero cuyos rasgos e influencia aún no se han transformado completamente. Estas contradicciones —entre ellas la existente entre el trabajo manual y el intelectual, que tiene que ver con la división de la sociedad en clases y que en sí ha constituido una división fundamental y profunda en todas las sociedades gobernadas por clases explotadoras— generan a la vez la necesidad de un partido de vanguardia organizado para dirigir la revolución, no solamente para derrocar al sistema capitalista sino luego para continuar la revolución en la sociedad socialista, así como el peligro de que las personas con posiciones dirigentes en la vanguardia traicionen la revolución y la reviertan. Dado el actual desarrollo histórico de la sociedad humana y los posibles caminos del cambio que eso ya ha generado (hay que recordar la analogía con la evolución en el mundo natural y la concomitante relación entre restricción y cambio), el problema —las alternativas concretas en el mundo real si nos ponemos a cambiar el mundo de manera radical, de modo que arranque de raíz y elimine la explotación y opresión— no es tener dirección o no, tener democracia o no, tener dictadura o no; es el camino socialista o el camino capitalista, una dirección que lleve la situación por uno u otro camino, la democracia —y la dictadura— que están al servicio de una u otra clase de sistema y lo promueven, hacia el fortalecimiento y la perpetuación de la explotación y la opresión o hacia su eliminación final y con eso, la eliminación por fin de la necesidad de un partido de vanguardia o un estado, una vez que se hayan desarrollado las condiciones ideológicas y materiales para que sea posible lograr eso, con el triunfo de la revolución comunista en todo el mundo8.
Resumiendo, la primera etapa de revolución comunista avanzó muchísimo y logró cosas increíblemente inspiradoras, en la lucha por eliminar los obstáculos muy reales a los cuales hizo frente y por avanzar hacia un mundo en que se eliminen por fin todas las relaciones de explotación y opresión y la gente tenga una dimensión totalmente nueva de libertad y emprenda la organización y transformación continua de la sociedad en todo el mundo con una iniciativa voluntaria y consciente sin precedentes en la historia. Pero, como es lógico, había deficiencias importantes y errores reales, a veces muy serios, en las medidas prácticas que tomaron aquellos que dirigieron las revoluciones y las nuevas sociedades que gestaron, así como en sus concepciones y métodos. Estas deficiencias y errores no fueron la causa de la derrota de las tentativas iniciales de revolución comunista, pero sí contribuyeron a esa derrota, si bien de manera secundaria; y más allá de eso, hay que aprender de manera profunda y cabal de la experiencia general de la primera etapa —tanto sus logros verdaderamente inspiradores como sus errores y deficiencias muy reales, a veces muy serios, si bien en general secundarios— a fin de llevar adelante la revolución comunista en la nueva situación a la que hay que hacer frente y a fin de hacerla mucho mejor esta vez.

IV.
Los nuevos retos, y la nueva síntesis

Cuando los revisionistas tomaron el poder en China en 1976 y se pusieron a restaurar el capitalismo, por cierto tiempo no sólo se hacían pasar por comunistas en un sentido general sino en particular se decían continuadores de la línea y el legado revolucionarios de Mao. En esa situación, lo que los comunistas del mundo necesitaban hacer fue mantener un espíritu y una orientación críticos, hacer un análisis científico y objetivo de lo que pasó en los hechos y por qué, y distinguir claramente entre el comunismo y el capitalismo, entre el marxismo y el revisionismo, tal como todo eso se manifestaba de manera concentrada en esas circunstancias concretas y complejas. No fue fácil hacerlo en ese entonces, y la mayoría de los comunistas del mundo que habían considerado a la China de Mao un modelo y faro revolucionarios no lo lograron y por ende o siguieron a ciegas a la cola de los nuevos gobernantes revisionistas de China y tomaron el camino al cenagal, o de otra manera abandonaron el punto de vista y los objetivos de la revolución comunista. Respondiendo a esa gran necesidad, rechazando el camino de aceptar lo que había pasado en China meramente porque se hacía a nombre del comunismo y apropiándose del gran prestigio con que la China revolucionaria y Mao con razón contaban entre los revolucionarios y comunistas del mundo —y al costo de una importante escisión en nuestro propio Partido—, Bob Avakian emprendió la tarea de hacer un análisis científico de lo que pasó en China y por qué, y luchó por el análisis de que efectivamente se habían dado un golpe de estado revisionista y la restauración del capitalismo. Además, desarrolló una presentación sistemática de cómo Mao había desarrollado la ciencia y la estrategia de la revolución comunista9. En esos tiempos de gran desorientación, desmoralización y confusión en las filas de los “maoístas” del mundo, la obra de Avakian tuvo un papel crucial en el establecimiento de la base ideológica y política para el reagrupamiento de los comunistas que quedaban tras la pérdida de China y sus efectos devastadores sobre el movimiento comunista y revolucionario en todo el mundo.
Pero en aquel momento se presentaban necesidades aún mayores. En el proceso de dirigir en general a nuestro Partido, en los últimos 30 años Bob Avakian ha seguido profundizando un análisis científico de la experiencia del movimiento comunista internacional y la orientación estratégica para la revolución comunista. De ese trabajo ha salido una nueva síntesis, un mayor avance del marco teórico para hacer avanzar esta revolución.
Tal como señala la Constitución de nuestro Partido, la situación en el mundo actual —incluida la derrota de la ola inicial de la revolución comunista— “presenta, de nuevo, la gran necesidad para el comunismo”. Y:
Si bien no existen países socialistas en el mundo, existen la experiencia de las revoluciones socialistas y el rico caudal de teoría científica revolucionaria que se desarrolló mediante la primera ola de revoluciones socialistas. Pero para hacer frente a los retos de la nueva situación, hay que hacer avances en la teoría y en la práctica de la revolución comunista, a fin de tratar de manera científica la experiencia general de la primera ola de revoluciones socialistas y las implicaciones estratégicas de los enormes cambios que se están operando en el mundo, y de sacarle las necesarias lecciones.
Bob Avakian ha asumido esta responsabilidad y ha desarrollado una obra, método y enfoque comunistas que responden a estas grandes necesidades y retos.
En esta obra, método y enfoque, en la nueva síntesis desarrollada por Bob Avakian, se halla una analogía a lo que hizo Marx al comienzo del movimiento comunista: establecer en las nuevas condiciones que existen, después del fin de la primera etapa de revolución comunista, un marco teórico para el renovado avance de esa revolución. Pero hoy, con esta nueva síntesis, muy categóricamente no se trata de “volver a empezar”, como si lo que se necesita fuera echar por tierra tanto la experiencia histórica del movimiento comunista y las sociedades socialistas que esta generó, como “el rico caudal de teoría científica revolucionaria” que se desarrolló en el curso de la primera ola. Eso sería un enfoque acientífico y de hecho, reaccionario. Al contrario, lo que se requiere —y lo que Avakian ha emprendido— es avanzar sobre la base de todo lo que ha pasado antes, en la teoría y en la práctica, sacarle las lecciones positivas y negativas y elevarlo a un nivel superior y nuevo de síntesis.
Otras presentaciones y publicaciones de nuestro Partido han tratado de manera más extensa y sistemática esta nueva síntesis10. A continuación describiremos en pocas palabras unos elementos principales.
» En filosofía y método, la nueva síntesis, en un sentido importante, está refundamentando el marxismo más plenamente sobre sus raíces científicas. También comprende aprender de la rica experiencia histórica desde los tiempos de Marx, defendiendo los objetivos y los principios fundamentales del comunismo, que se ha demostrado son correctos en lo fundamental, criticando y descartando los elementos que se ha demostrado son incorrectos o que ya no son aplicables, y estableciendo el comunismo aún más plena y firmemente sobre una base científica.
En la concepción original del desarrollo histórico de la sociedad hacia el comunismo, incluso en las formulaciones de Marx, había una tendencia —si bien claramente muy secundaria— a tener una visión un tanto estrecha y lineal. Por ejemplo, se manifiesta en el concepto de la “negación de la negación” (la idea que las cosas se desarrollan de modo que a una cosa particular la niega otra cosa, lo que a su vez lleva a otra negación y una síntesis que encierran elementos de las cosas anteriores, pero a un nivel superior). Se tomó este concepto del sistema filosófico de Hegel, cuya filosofía tuvo una importante influencia en Marx (y Engels), aunque, en un sentido fundamental, estos reconfiguraron y pusieron sobre una base materialista la concepción de Hegel sobre la dialéctica, la que en sí se caracterizó por el idealismo filosófico (la idea de que la historia consta en esencia del desarrollo de la Idea). Como ha sostenido Bob Avakian, la “negación de la negación” puede tender hacia el “inevitabilismo” — como si a una cosa la tuviera que negar otra cosa de una manera específica, llevando a lo que es casi una síntesis predeterminada. La tendencia hacia el reduccionismo con respecto al desarrollo histórico sumamente complejo y variado de la sociedad humana, la tendencia hacia un “sistema cerrado” y hacia el “inevitabilismo”, se vuelve más marcada y más problemática cuando se aplica al panorama histórico de la sociedad, de modo que se aproxima a ser una fórmula simplista — por ejemplo en la concepción: la sociedad de clases negó la sociedad primitiva sin clases (comunal); a su vez el surgimiento de otra sociedad sin clases negará esta sociedad de clases, pero sobre una base superior con la realización del comunismo en todo el mundo.
Para repetir, eso fue una deficiencia secundaria del marxismo, en sus cimientos (tal como Bob Avakian también ha sostenido: “El marxismo, el comunismo científico, no encarna, sino que de hecho rechaza, cualquier idea teleológica… de que la naturaleza o la historia están dotadas de una especie de voluntad o propósito”11). Pero semejantes tendencias se manifestaron más plenamente a medida que iba desarrollándose el movimiento comunista y eran particularmente notables, y tuvieron un efecto negativo en el pensamiento de Stalin, quien a su vez ejerció una influencia en las ideas filosóficas de Mao, aunque este rechazó e hizo una ruptura de manera importante con las tendencias de Stalin hacia la “rigidez” y al materialismo mecánico y un tanto metafísico. La nueva síntesis de Bob Avakian conlleva una continuación de las rupturas de Mao con Stalin pero en algunos aspectos conlleva una ruptura más allá de las formas en que Mao mismo estuvo sujeto a la influencia, si bien de manera secundaria, del modo de pensar que había llegado a dominar en el movimiento comunista bajo la dirección de Stalin.
» El internacionalismo. A comienzos de los años 80, en la obra ¿Conquistar el mundo?12, Bob Avakian hizo una extensa crítica a las tendencias erróneas en la historia del movimiento comunista y, en particular, a la tendencia hacia el nacionalismo, hacia la separación entre la lucha revolucionaria de un país específico y la lucha revolucionaria mundial general por el comunismo, e incluso de elevar la primera por encima de la segunda. Examinó cómo se había manifestado esta tendencia en la Unión Soviética y en China, cuando eran socialistas, y la influencia que tuvo en el movimiento comunista en general, incluyendo en las acciones a veces marcadas de subordinar la lucha revolucionaria de otros países a las necesidades del estado socialista existente (primero la Unión Soviética y luego China). Además, Avakian analizó más la base material del internacionalismo: por qué, en un sentido fundamental y general, la arena mundial es la más decisiva, incluso respecto a la revolución en un país específico, sobre todo en esta época del imperialismo capitalista en tanto sistema mundial de explotación, y cómo hay que incorporar esa orientación en la manera de hacer la revolución en países específicos y a nivel mundial.
Si bien el internacionalismo siempre ha sido un principio fundamental desde que nació el comunismo, Avakian resumió cómo se ha transigido este principio en la historia del movimiento comunista y fortaleció los cimientos teóricos para llevar a cabo la lucha por eliminar tales desviaciones del internacionalismo y hacer avanzar la revolución comunista de una manera más plenamente internacionalista.
» Sobre el carácter de la dictadura del proletariado y la sociedad socialista como transición al comunismo. Si bien ha estudiado profundamente los grandes avances de Mao acerca de la naturaleza de la sociedad socialista como transición al comunismo —y las contradicciones y las luchas que caracterizan esta transición y cuya resolución, en una u otra dirección, determinará si el avance continúa hacia el comunismo o que la situación vuelve hacia atrás al capitalismo—, ha aprendido de esos avances, los ha defendido firmemente y los ha propagado, Bob Avakian ha reconocido y subrayado la necesidad en la sociedad socialista de tener un papel mayor para el disentimiento, de promover más la efervescencia intelectual y de tener un ámbito más amplio para la iniciativa y la creatividad en las artes. Ha criticado la tendencia hacia la “reificación” del proletariado y otros grupos explotados (o anteriormente explotados) de la sociedad — una tendencia que considera que las personas específicas de estos grupos, como individuos, representen los intereses generales del proletariado como clase y, en el sentido más amplio, la lucha revolucionaria que corresponde a los intereses fundamentales del proletariado. A menudo a esta tendencia la han acompañado puntos de vista y enfoques positivistas, pragmáticos y estrechos, que restringen lo que se considera pertinente o lo que se puede determinar (o declarar) que es cierto, a lo que tiene que ver con las experiencias y las luchas inmediatas en que las masas populares están participando y a los objetivos inmediatos del estado socialista y el partido dirigente en un momento dado. Eso, a su vez, ha acompañado tendencias —que constituyeron un aspecto marcado en la Unión Soviética y también en China cuando era socialista— hacia la noción de la “verdad de clase”, la cual de hecho se opone a la orientación científica de que la verdad existe objetivamente, no varía de acuerdo a los diferentes intereses de clase y no depende del punto de vista de clase que uno tenga en la búsqueda de la verdad. El punto de vista y método científico del comunismo —asumido y aplicado correctamente como ciencia viva y no como dogma— en un sentido general da el medio más global, sistemático y consecuente para llegar a la verdad, pero decir eso no es lo mismo que decir que la verdad en sí tiene carácter de clase ni que los comunistas llegarán a conocer la verdad acerca de un fenómeno específico mientras que las personas que no aplican o incluso se oponen al punto de vista y método comunista no son capaces de llegar a conocer importantes verdades. Tales concepciones de la “verdad de clase”, que han existido en diversas formas y en diversos grados en el movimiento comunista, son expresiones del reduccionismo y del materialismo vulgar y van en contra del punto de vista y el método científicos del materialismo dialéctico.
En otro aspecto relacionado de la nueva síntesis, Bob Avakian ha criticado un punto de vista unilateral en el movimiento comunista acerca de los intelectuales: de verlos solamente como un problema y no reconocer plenamente las formas en que pueden contribuir al rico proceso mediante el cual los integrantes de la sociedad en general llegarán a tener un conocimiento más profundo de la realidad y una mayor capacidad de llevar a cabo una lucha cada vez más consciente por transformar la realidad hacia el comunismo.
De nuevo, como explica la Constitución de nuestro Partido:
Esta nueva síntesis también conlleva una mayor valoración del papel importante que juegan los intelectuales y los artistas en este proceso, dedicándose a sus propias visiones así como contribuyendo sus ideas a esta efervescencia más amplia — todo lo que, para repetir, es necesario para alentar un proceso mucho más rico….
En esta nueva síntesis desarrollada por Bob Avakian, en resumen, tiene que haber un núcleo sólido, con mucha elasticidad. Esto viene siendo, ante todo, un método y un enfoque que tienen muy amplia aplicación…. Es necesario tener un firme conocimiento de los dos aspectos [el núcleo sólido y la elasticidad] y cómo se influyen mutuamente, para conocer y transformar todas las esferas de la realidad y es de importancia fundamental para hacer las transformaciones revolucionarias en la sociedad humana….
Aplicar a la sociedad socialista el enfoque del núcleo sólido con mucha elasticidad abarca la necesidad de tener un núcleo dirigente que se vaya expandiendo, que entienda claramente por qué se necesita la dictadura del proletariado y el objetivo de continuar la revolución socialista como parte de la lucha mundial por el comunismo, y que esté decidido a llevar a cabo esta lucha a través de todos los vaivenes, curvas y giros. A su vez, necesariamente habrá muchas diferentes personas y tendencias en la sociedad socialista que influyen en muchas diferentes direcciones — y a la larga todo eso puede contribuir al proceso de llegar a conocer la verdad y de llegar al comunismo. En ciertos momentos, este proceso se pondrá intenso, y la dificultad de abrazarlo todo —mientras que se dirija en amplio sentido todo el proceso hacia el comunismo— dará la sensación, como dice Avakian, de ir al borde de ser descuartizado, una y otra vez. Todo eso es difícil pero necesario, y es un proceso a que darle la bienvenida.
Un tema que unifica todo eso es la orientación de ser “emancipadores de la humanidad” que ha señalado Avakian: la revolución que hay que llevar a cabo, y en que las masas tienen que ser la fuerza motriz consciente, no tiene por objeto tomar venganza ni cambiar de posición en un marco estrecho (“los últimos serán los primeros, y los primeros, últimos”), sino de transformar el mundo entero de modo que ya no haya personas que sean “las primeras” ni otras que sean “las últimas”; el derrocamiento del actual sistema, el establecimiento de la dictadura del proletariado y la continuación de la revolución en esas condiciones tienen por objetivo y propósito abolir todas las divisiones opresivas y relaciones explotadoras entre los seres humanos y avanzar hacia una época completamente nueva de la historia humana.
» La orientación estratégica de la revolución. La nueva síntesis de Avakian ha refundamentado el trabajo comunista y lo ha enriquecido a partir del análisis básico de Lenin de que se necesita que las masas populares desarrollen una conciencia comunista no exclusiva ni principalmente por medio de su propia experiencia y luchas inmediatas sino mediante amplias denuncias de la naturaleza y los rasgos del sistema capitalista imperialista y una clara exposición de las convicciones, objetivos, punto de vista y método del comunismo, una conciencia que un partido de vanguardia organizado lleve a las masas de manera cabal y sistemática, vinculando la lucha en cualquier momento dado con el objetivo revolucionario estratégico y dirigiéndola hacia el mismo, y a su vez “planteando ante las masas” los asuntos y problemas fundamentales de la revolución e integrándolas en el desarrollo de los medios para solucionar estas contradicciones y hacer avanzar la lucha revolucionaria. Con la dirección de Bob Avakian, se ha desarrollado, y se está desarrollando más, la orientación estratégica básica necesaria para llevar a cabo el trabajo revolucionario en un país imperialista, de acelerar mientras que se aguarda el desarrollo de una situación revolucionaria y el surgimiento de un pueblo revolucionario de millones y millones y aprovechar tal situación cuando por fin se presente — y poder luchar y ganar en esas circunstancias. (En esta conexión, ver Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos, un folleto de Revolución [Chicago: RCP Publications, 2008]).
Todo eso refuta de manera viva a aquellos que sostienen que la revolución no es posible en los países imperialistas o que el trabajo práctico y teórico de los comunistas ahí debe centrarse en la lucha por reformas y “soluciones” a los problemas inmediatos de las masas, de modo que esa lucha quede desvinculada de los objetivos revolucionarios y del punto de vista comunista — y que, en los hechos, se alejará de todo eso y, en la medida que tenga un efecto en las masas populares, las llevará a un callejón sin salida desmoralizante y a la larga a acomodarse con el actual sistema de opresión.
Mientras que la nueva síntesis ha ido desarrollando la orientación estratégica básica para hacer la revolución en los países imperialistas como Estados Unidos, Avakian ha señalado los nuevos retos ante la lucha revolucionaria y la necesidad de ir desarrollando la estrategia revolucionaria en los países dominados por el imperialismo en vista de los grandes cambios que en las últimas décadas se han operado en el mundo y al interior de esos países.
Con sus muchas dimensiones fundamentales (que solamente hemos mencionado de paso aquí), esta nueva síntesis ha puesto a la revolución y al comunismo sobre cimientos científicos más sólidos. Como el mismo Avakian ha señalado:
[E]s muy importante no subestimar el significado y la fuerza positiva potencial de esta nueva síntesis: criticar y romper con errores y deficiencias importantes y defender y reconfigurar lo que ha sido positivo de la experiencia histórica del movimiento comunista internacional y los países socialistas que han existido hasta la fecha; en un sentido verdadero, revivir —sobre una base nueva y más avanzada— la viabilidad y, sí, la deseabilidad de un mundo totalmente nuevo y radical, y hacerlo sobre una base aún más firme de materialismo y dialéctica….
Así que no debemos subestimar el potencial de esto como fuente de esperanza y osadía sobre una base científica sólida13.

V.
El comunismo en una encrucijada: ¿Vanguardia del futuro o residuo del pasado?

Ante los constantes retos y dificultades del momento actual, el reagrupamiento inicial de comunistas que se dio después de la derrota en China y del fin de la primera etapa de revolución comunista hace poco se ha abierto paso, en una medida importante, a divergencias fuertes: de un lado, nuestro Partido, cuya línea básica está sintetizada en nuestra nueva Constitución, junto con otras fuerzas que se están acercando a la nueva síntesis, y, de otro lado, dos tendencias opuestas: o bien de aferrarse de manera religiosa a toda la anterior experiencia y a la teoría y el método asociados con ella, o (en esencia, si no de palabra) de abandonarlo todo.
En cierto sentido, cuando hace casi tres décadas salió ¿Conquistar el mundo?, las reacciones a esta obra reflejaron con anticipación esta situación. Por una parte, en el movimiento comunista internacional algunos se molestaron muchísimo por lo que se decía en ¿Conquistar el mundo? — diciendo que reducía la experiencia del movimiento comunista a “una bandera andrajosa” (esta respuesta en sí reflejaba una manera dogmática y quebradiza de ver lo que es el comunismo, en lugar de considerarlo y esgrimirlo tal como es en verdad: una ciencia revolucionaria viva, en desarrollo y crítica, uno de cuyos distintivos es interrogarse a sí misma constantemente) y, por otra parte, además de aquellos que acogieron a ¿Conquistar el mundo? por razones correctas, había personas que lo acogieron pero lo hicieron desde el punto de vista y con la esperanza de que representara una cuña para hacer abrir la puerta al abandono y renuncia a la experiencia histórica global que examinaba críticamente ¿Conquistar el mundo? desde un punto de vista fundamentalmente diferente, de reconocer que objetivamente esa experiencia ha sido principalmente positiva y abarcó avances sin precedentes históricos para la humanidad que hay que defender firmemente, y también de reconocer que había problemas, deficiencias y errores reales, algunos de ellos bastante dolorosos y graves, que había que excavar más y examinar críticamente, y de los cuales aprender. En ese entonces, estas reacciones contrarias a ¿Conquistar el mundo? aún se manifestaban de forma embrionaria y se dieron en un marco general de unidad ampliamente definida. Únicamente con el mayor desenvolvimiento de la situación en las siguientes décadas y con la experiencia de mayores dificultades —entre ellas los retrocesos en las luchas que por un tiempo parecían estar desbrozando nuevo terreno y encarnando una revitalización del movimiento comunista en el mundo—, estos puntos de vista contrarios llegaron a ser más desarrollados y más claros.
Hoy, de parte de aquellos que se niegan a examinar críticamente la experiencia histórica del movimiento comunista, se da con frecuencia el fenómeno de insistir en la “verdad de clase” y el fenómeno relacionado de la reificación del proletariado, y en general un método de aplicar la teoría y los principios comunistas como una especie de dogma, afín al catecismo religioso — en esencia: “ya sabemos todo lo que necesitamos saber, tenemos todos los elementos fundamentales que se requieren, solo se trata de aplicar el conocimiento heredado”.
Con el polo contrario están aquellos cuyo conocimiento de la experiencia histórica del movimiento comunista —y en particular de las causas de sus dificultades, retrocesos y derrotas— es también superficial y mal fundamentado, quienes ignoran o rechazan el análisis comunista científico de las profundas contradicciones que han generado el peligro de la restauración capitalista en la sociedad socialista y quienes tratan de reemplazar ese análisis con una orientación basada en los principios y los criterios democrático-burgueses y en las nociones democrático-burguesas de legitimidad — que va de la mano con el proceso formal de elecciones con partidos políticos contendientes, que es tan común en la sociedad capitalista y es tan compatible con el ejercicio del poder político por la clase capitalista y que favorece tanto ese ejercicio. Aquellos que sostienen estas posiciones, aunque siguen adjudicándose el manto del comunismo, tienen ganas de descartar y distanciarse del concepto y de la experiencia histórica de la dictadura del proletariado — y en muchos casos de la expresión en sí. En efecto, ¡tales personas buscan “librarse” de la experiencia más liberadora de la historia humana hasta ahora! Dicen que quieren ir rápidamente hacia adelante para hacer frente a las nuevas condiciones de los tiempos… pero tienen sus vehículos con la marcha equivocada, pues van rápidamente en reversa — hacia atrás, a un paso acelerado hacia la democracia burguesa y los estrechos horizontes del derecho burgués14, atravesando los siglos desde el siglo 21 hasta el 18.
Aunque en las tendencias erróneas que hemos identificado hay verdaderas diferencias, en un sentido importante también son “reflejos opuestos” que comparten importantes características. Cabe mencionar que en los últimos años, ciertos grupos han “saltado” de un polo a otro — y en particular han saltado del dogmatismo y las tendencias afines a abrazar la democracia burguesa (aunque con una pantalla de comunismo). A continuación presentamos algunos rasgos importantes que estas tendencias comparten.
» Jamás emprender —ni tomar en cuenta de manera sistemática— un resumen científico de la anterior etapa del movimiento comunista, y en particular el pionero análisis de Mao Tsetung sobre el peligro y las raíces de la restauración capitalista en la sociedad socialista. Por ende, aunque defienden —o quizá en el pasado defendieron— la Revolución Cultural de China, no tienen ninguna concepción profunda o seria sobre por qué se necesitaba la Revolución Cultural y por qué y con cuáles principios y objetivos Mao la inició y la dirigió. En efecto reducen esta Revolución Cultural a otro episodio más del ejercicio de la dictadura del proletariado — o la reinterpretan como una especie de movimiento democrático-burgués “contra la burocracia” que en esencia representa una negación de la necesidad de una vanguardia comunista y su papel dirigente institucionalizado en la sociedad socialista a lo largo de la transición hacia el comunismo.
»  La conocida tendencia a reducir el “maoísmo” a una mera receta para librar la guerra popular en un país del tercer mundo, mientras que una vez más pasan por alto o le restan importancia a la contribución más importante de Mao al comunismo: el desarrollo de la teoría y la línea de continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado y todo el rico análisis y el método científico que fundamentaron e hicieron posible que se desarrollaran esa teoría y línea.
4 El positivismo, el pragmatismo y el empirismo. Si bien, para repetir, estos pueden asumir distintas expresiones de acuerdo con los diferentes puntos de vista y enfoques erróneos, lo que tienen en común es vulgarizar y degradar la teoría, reducirla a una exclusiva “guía para la práctica” en el sentido más estrecho e inmediato, tratarla en esencia como un producto directo de la práctica específica y tratar de poner en pie de igualdad la práctica avanzada (que en sí, sobre todo de parte de estas personas, encierra un elemento de valoración arbitraria y subjetiva) y la teoría supuestamente avanzada. Un punto de vista dialéctico materialista y comunista científico lleva a entender que la práctica es el punto de origen y de corroboración fundamental de la teoría; pero, a diferencia de estas distorsiones empíricas y estrechas, es importante ver que se trata de la práctica en el sentido amplio, que abarca la amplia experiencia histórica y social y no simplemente la experiencia directa de un individuo, grupo, partido o país específico. Eso lo demuestran de manera poderosa el propio nacimiento y el posterior desarrollo de la teoría comunista en sí: desde los tiempos de Marx, se ha forjado y enriquecido esta teoría a partir de una amplia gama de experiencias, en una amplia gama de campos y a lo largo de una larga trayectoria del desarrollo histórico, en la sociedad y la naturaleza. Lo de la práctica como fuente de la teoría y la máxima “la práctica es el criterio de la verdad” se pueden convertir y se convertirán en una profunda falsedad si se interpretan y se aplican de manera subjetiva, empírica y estrecha.
» De manera muy importante, lo que estas tendencias “contrapuestas” erróneas tienen en común es que están enmarañadas en una u otra clase de modelo del pasado (aunque varíen los modelos específicos) y se guarecen en estos: o se aferran de manera dogmática a la anterior experiencia de la primera etapa de revolución comunista —o, más bien, a un análisis incompleto, parcial y fundamentalmente erróneo de ella— o se guarecen en la anterior época de las revoluciones burguesas y sus principios: vuelven a lo que son en esencia teorías de democracia (burguesa) del siglo 18, disfrazadas o a nombre del “comunismo del siglo 21”, lo que en efecto equipara este “comunismo del siglo 21” con una democracia que es supuestamente “pura” o está “por encima de las clases” — una democracia que en realidad, mientras que existan las clases, solo puede ser la democracia burguesa y la dictadura burguesa15. Sostienen todo eso mientras que ignoran, tildan de obsoleto o descartan por dogma (o consignan a la categoría sin sentido del “abecé del comunismo” que se acepta como abstracción y que en seguida dejan a un lado por no ser pertinente a la lucha práctica) la concepción comunista científica fundamental, pagada en los hechos y repetidamente con la sangre de millones de oprimidos, desde los tiempos de la Comuna de París, de que hay que destrozar y desmantelar el viejo estado reaccionario y forjar un estado radicalmente nuevo que represente los intereses revolucionarios de los anteriormente explotados de transformar toda la sociedad y emancipar a toda la humanidad, o si no, se echarán a perder y se destruirán los logros de la lucha revolucionaria y las fuerzas revolucionarias quedarán diezmadas16.
Únicamente haciendo una ruptura con estas tendencias erróneas, y abordando profundamente y fundamentándose firmemente en el punto de vista, los métodos y los principios del comunismo, tal como se han desarrollado hasta ahora (y que hay que seguir desarrollando constantemente), es posible que los comunistas se pongan a la altura de la gran responsabilidad y reto de ser una vanguardia del futuro, y no relegarse a seguir siendo un residuo del pasado o degenerarse en eso, y al hacerlo, traicionar a las masas populares en todo el mundo para las cuales la revolución comunista representa la única salida de la locura y el horror del mundo actual y hacia un mundo verdaderamente digno de habitar.

VI.
Una revolución cultural al interior del PCR

La influencia de líneas incorrectas e incluso abiertamente revisionistas no es algo a que nuestro propio Partido ha sido inmune. De hecho, las líneas y las tendencias que hemos criticado aquí no solo han existido en nuestro Partido sino que durante varios años y hasta hace muy poco, han tenido una poderosa influencia y han representado un peligro real de que nuestro Partido dejara de ser una vanguardia comunista revolucionaria y, al contrario, que se degenerara en otra colección abigarrada más de reformistas, aunque conservara, al menos por un tiempo, el nombre de comunista.
Durante los años 80 y 90, se había desarrollado una situación en nuestro Partido en que, en efecto, había dos partidos que representaban dos caminos fundamentalmente opuestos. Por una parte, estaban la línea “oficial” del Partido, y el desarrollo a continuo de esta línea, tal como se expresaba en particular en la nueva síntesis que Bob Avakian había estado forjando y, en lo principal, tal como se expresaba en el periódico del Partido (Obrero Revolucionario, ahora Revolución) y otros documentos y publicaciones del Partido. Pero, al mismo tiempo, en mayor oposición a la nueva síntesis y la línea comunista revolucionaria en general, había puntos de vista y orientaciones revisionistas que, si bien no se expresaban y no se planteaban en general de manera sistemática, se iban volviendo predominantes en todos los niveles del Partido — algunos de cuyos pormenores variaban pero lo que tenían en común, objetivamente, era que representaban el abandono del punto de vista y los objetivos de la revolución comunista, acomodándose al sistema del imperialismo y contentándose, como máximo, con las reformas en el marco de este horroroso sistema.
¿Cuáles eran algunos elementos importantes de estas líneas revisionistas, y los factores principales que llevaron a su surgimiento y creciente influencia en el Partido?
» La derrota en China y el fin de la primera etapa de revolución comunista —en combinación con décadas de relativa “estabilidad” en el país imperialista más poderoso del mundo, después de esa derrota y el reflujo concomitante del gran auge de lucha de los años 60 y comienzos de los 70, en Estados Unidos así como a nivel mundial— no solo tuvieron un efecto desmoralizador y desorientador en grandes cantidades de personas que buscaban, y luchaban, enérgicamente por un cambio radical en el mundo, así como en la población en general, sino que también en las filas de los comunistas y en nuestro Partido. Los partidos comunistas se componen de individuos que se unen sobre la base de un análisis científico y avanzado de la necesidad y la posibilidad de la revolución, apuntando a un futuro fundamentalmente diferente y mucho mejor para la humanidad; pero viven y llevan a cabo su trabajo en el actual sistema — no están separados, no pueden estar separados y no deben estar separados, mucho menos aislados del resto del mundo y las condiciones que este impone y a las influencias que ejerce.
Al mismo tiempo, durante las últimas décadas los defensores y apologistas del viejo orden han aprovechado las derrotas y los reveses de la revolución comunista para lanzar un implacable embate ideológico contra el comunismo, y eso ha hecho aún más poderosa la presión a acomodarse al imperialismo, sobre todo en un país como Estados Unidos.
Ante una importante reunión del Partido hace unos años —en que hizo frente directamente a las líneas revisionistas en el Partido y las criticó fuertemente—, Bob Avakian hizo las siguientes observaciones:
Veamos esto de nuevo, francamente. Señalé que aún estamos padeciendo los efectos de la pérdida de China. No debemos subestimar esa derrota y todo lo que ha suscitado, todo lo que los imperialistas han hecho sobre esa base y lo que han hecho a partir de ella. Aún estamos luchando por asimilar y aceptar, tanto en la realidad objetiva como en nuestro propio pensamiento, lo que se perdió en China después de la Revolución Cultural y todo lo que representaba para el proletariado internacional y para la revolución proletaria mundial, después de que millones y millones de personas vivieron ese levantamiento y, sí, después de un proceso importante de remodelar su concepción del mundo.
Si uno agrega a eso el fenómeno general de la “muerte del comunismo” y la incesante ofensiva de anticomunismo, las calumnias y diatribas que echan desde todo ángulo y en toda forma contra la GRCP [Gran Revolución Cultural Proletaria], contra la revolución china y el socialismo ahí, y de hecho contra toda la experiencia de la sociedad socialista y la dictadura del proletariado; si uno considera el efecto de todo eso y se es materialista y aplica la dialéctica, cuesta mucho creer que somos inmunes a los efectos de todo eso y que solo afecta a la gente de fuera del Partido. Aun en nuestro pensamiento y nuestra alma, si se quiere usar esa expresión, en el mero corazón de nuestro corazón, ¿no tenemos dudas sobre si nos equivocamos sobre todo eso? ¿Por qué perdimos? Si tuvimos tanta razón y si lo que defendemos es tan correcto, ¿por qué terminó así? No creo que muchos camaradas puedan decir que esas dudas no les hicieron preocuparse ni darle muchísimas vueltas en la cabeza, probablemente más de una vez.
Tenemos una respuesta a esas cosas, pero hay que escarbar para hallarla y seguir escarbando — y hay que aplicar la ciencia. Hay que recurrir al materialismo y la dialéctica.
El problema fue que, si bien Bob Avakian y unos cuantos más del Partido habían estado “escarbando” de esa manera, aplicando el punto de vista y el método científicos del materialismo dialéctico, la mayoría de los miembros del Partido, de todos los niveles, no lo estaban haciendo — y, al contrario, en gran medida “se estaban dejando llevar” por las calumnias al comunismo y por lo que Lenin identificó con tanta agudeza como los esfuerzos espontáneos por cobijarse bajo el ala de la burguesía en lo ideológico y lo político: dar marcha atrás a guarecerse dentro de los límites de la democracia burguesa y el derecho burgués, seguir a la cola de las posiciones las cuales caracterizan los movimientos reformistas —tales como la “política de identidad” y el relacionado relativismo en la filosofía (la idea de que la verdad objetiva no existe o que no se puede conocer la verdad objetiva con ningún grado de certeza, y que solamente hay distintos grupos o individuos con diferentes “discursos”, de los cuales todos son igualmente ciertos o no ciertos)— y reemplazar a la revolución con la reforma como objetivo básico.
» El revisionismo en nuestro Partido se caracterizó por los elementos de larga trayectoria del revisionismo en el movimiento comunista que Lenin también desenmascaró — que están encarnados en la noción de que “el movimiento lo es todo; el objetivo final, nada” y la orientación determinista de que lo que es necesario es lo que es posible y lo que es posible es lo que ya se está haciendo. Eso llevó a “echar raíces” entre las masas en el sentido equivocado —sobre una base estrecha y con una concepción estrecha de lucha, que deja de lado a la revolución y el comunismo o a lo sumo los “añade” de una manera insignificante y sin sentido al trabajo reformista y se les despoja de toda importancia y relación a la actividad concreta del Partido— en efecto, enterró la revolución y el comunismo. En muchas ocasiones, los militantes del Partido estaban muy ocupados — pero ocupados, o preocupados, de todo menos la revolución y el comunismo.
En esencia todo eso fue una forma de “economismo”. En la historia del movimiento comunista el economismo ha significado centrar la atención de la clase obrera en sus propias condiciones y luchas inmediatas como el “medio más ampliamente aplicable” para, en un momento futuro, ganarla al socialismo y al comunismo — una posición que Lenin desenmascaró y refutó a fondo en su famosa obra ¿Qué hacer?, en que mostró que esta posición jamás llevará a la construcción de un movimiento revolucionario con el objetivo del comunismo sino que solamente contribuirá a encerrar al movimiento y a las masas participantes en el marco del capitalismo. En oposición a eso, Lenin señaló que, si bien es importante que los comunistas participen y tengan relación con importantes luchas de las masas, y que hasta buscan dirigir muchas de ellas, tienen que hacerlo como comunistas, quienes se dedican a poner al descubierto las características y la naturaleza del sistema capitalista, mediante agitación y propaganda oportunas y convincentes, planteando ante todos nuestras convicciones y metas comunistas y así, vinculando las luchas y los movimientos de hoy con la meta de la revolución y el comunismo, desviando estas luchas, y las masas populares, de los esfuerzos espontáneos por cobijarse bajo el ala de la burguesía, y dirigiéndolo todo hacia la meta revolucionaria. Desde los tiempos de Lenin, el economismo ha llegado a abarcar más ampliamente la aplicación de la noción de “los medios más ampliamente aplicables” no sólo a las luchas económicas de los trabajadores sino en general a las luchas de diversas capas sociales — de hacer que el centro fundamental del trabajo comunista sea el de organizar tales luchas y en los hechos, si no de palabra, tratar la posibilidad de la revolución y el comunismo como algo abstracto que pertenece a una esfera lejana en el futuro incierto sin ningún vínculo vivo al presente y a los movimientos y luchas en un momento dado.
En esencia, a diferencia de la orientación de hacer trabajo revolucionario en una situación no revolucionaria, acelerar mientras que se aguarda el desarrollo de una situación revolucionaria, la receta economista sostiene: trabajo reformista en espera de la revolución — una revolución que jamás se dará y que jamás se preparará con esta orientación. Lo que todas las manifestaciones del economismo tienen como elemento fundamental es seguir a la cola de las masas en vez de actuar como vanguardia para dirigir a las masas —aprender de ellas, eso sí, pero dirigirlas mientras que se aprende de ellas— elevar sus miras a la posibilidad y la necesidad de la revolución y trabajar y luchar con ellas para ganarlas a asumir el punto de vista comunista y revolucionario y a luchar por sus metas emancipadoras.
» En el economismo y el revisionismo generalizado que venían caracterizando el trabajo, la vida y la cultura de nuestro Partido, también eran notables las influencias del pragmatismo y del empirismo que han sido tan comunes en el movimiento comunista (y que tratamos arriba), así como el agnosticismo respecto a los principios bien establecidos del comunismo y hasta la deseabilidad así como la posibilidad de la revolución y el comunismo. No es que la mayoría de los miembros del Partido se opusiera frontalmente al trabajo teórico en marcha y los verdaderos avances de la teoría comunista que el presidente del Partido, Bob Avakian, desarrollaba, sino que en gran parte hizo caso omiso de ello —o en algunos casos los recibió con un “vaya, qué chingón” igualmente desinteresado y luego los colocó en un librero con el polvo— porque tal trabajo teórico y los avances que produjo, si bien son cruciales en cuanto a los objetivos de la revolución y el comunismo, no les tenían valor y no les eran “útiles” a aquellos que estaban empantanados en una orientación revisionista y economista.
» En relación a lo señalado, no tratar el comunismo como una orientación revolucionaria real —que hay que aplicar sistemáticamente para cambiar el mundo y que se puede y se debe ganar a las masas populares a asumir de manera consciente y a luchar enérgicamente por ella—, sino al contrario, reducir el comunismo a un “estilo de vida alternativo”, fue otro elemento importante del “paquete revisionista” que cobró tanto peso en nuestro Partido. Con este punto de vista, el Partido se volvía meramente otro nicho de oposición auto-justificante, más o menos de moda. A veces este “estilo de vida alternativo” quería decir que uno, y los demás, se dedicaran afanosamente a correr de una a otra lucha inmediata; a veces tomaba la forma de una autosatisfacción dogmática de (supuestamente) ser un comunista, con su conocimiento especial de la historia y su sistema de ética (que nunca iba a conectarse con nadie, aun cuando uno siguiera intentándolo); a veces no más significaba marcar el paso, dejando el pensamiento crítico en el olvido. Con mayor frecuencia, el trabajo del Partido se caracterizaba por darles a las masas ideas simplistas y a la vez mantener, como coto especial de los “conocedores”, lo que se ha descrito como “un templo de conocimientos secretos” — convirtiendo el comunismo en un dogma sin vida y en esencia religioso.
En oposición a la obra de Bob Avakian y al periódico y otras publicaciones y documentos oficiales del Partido, una buen parte del rostro público del Partido —por ejemplo las librerías asociadas con él— tenían el enmohecido hedor de reliquias del pasado o si no, el ambiente agitado de “centros del movimiento” (no revolucionarios). Aunque todo eso tuviera muchas manifestaciones variadas, tenía la misma fuente y el mismo resultado: el revisionismo.
» Junto con todo eso había una clara aversión a llevar a cabo lucha ideológica con las masas populares y un rechazo deliberado de hacerlo, en particular acerca de concepciones y nociones religiosas así como otros puntos de vista atrasados que de hecho, son grilletes, cadenas mentales, sobre las masas populares. Eso llegó al extremo de abarcar una renuencia, o una negativa, a combatir los prejuicios e ideas preconcebidas anticomunistas que hoy se han generalizado tanto pero que a su vez son tan superficiales.
» En general y en lo fundamental, lo que el “paquete revisionista” representaba era renunciar a la revolución: adoptar —si bien sin decirlo explícitamente y de manera franca y honrada— la actitud de que “ya hemos visto todo lo de la revolución que vamos a ver”. Cuando mucho, la revolución era algo para el futuro lejano —o era para otros, de otra parte—, quizá podría funcionar en el tercer mundo pero, según el punto de vista revisionista, se consideraba que eso tenía muy poco que ver en un sentido vivo y real a lo que nuestro Partido estaba haciendo o debía estar haciendo (aparte de, tal vez, rebajarse a sí mismo a hueros “animadores” de las luchas revolucionarias de otras partes). Respecto al Partido y su cultura, bajo la influencia de este revisionismo se desbocaba el liberalismo y echaba raíces una actitud general que en esencia decía: “Vamos, seamos realistas —¿qué esperas?— no puedes tener un partido en este país que sea una verdadera vanguardia de la revolución, que sea verdaderamente digno del nombre Partido Comunista Revolucionario”.
La contradicción fundamentalmente antagónica y cada vez más aguda entre estas dos líneas —el conjunto de la obra, método y enfoque que desarrollaba Bob Avakian y la línea “oficial”, los documentos y las publicaciones del Partido, por un lado, y por otro, el “paquete revisionista” con diversos rasgos y el contenido básico que describimos arriba— llegó a un punto crítico en los últimos años: estas líneas contrarias ya no podían coexistir al interior del Partido, o esa “coexistencia” llevaría al triunfo del revisionismo y al fin del Partido como vanguardia comunista revolucionaria real.
El factor impulsor que llevó a una lucha abierta y profunda sobre estas diferencias fundamentales surgió en el contexto en que el Partido se preparaba para lanzar una campaña de desarrollar una cultura de aprecio, promoción y popularización del papel de Bob Avakian como líder comunista, tal como está concentrado en su obra, método y enfoque. Hoy, desarrollar esta cultura de aprecio, promoción y popularización ha llegado a ser aceptado como una de las dos piedras angulares del trabajo revolucionario general de nuestro Partido (la otra piedra angular es empuñar la prensa del Partido — todo eso se trata en la nueva Constitución de nuestro Partido). Pero en ese entonces, hace solamente unos cuantos años, las discusiones sobre esto en el Partido revelaron, con más claridad de lo que había sido aparente antes, que al interior del Partido mismo había, tal como señaló un reciente documento interno del Partido, “una pésima falta de aprecio de lo que había sido el contenido principal de la obra del presidente — su nueva concepción de la revolución y el comunismo, la nueva síntesis”. Tal como agrega el documento interno:
Había estado en marcha la labor de esta nueva síntesis durante 25 años en ese momento; pero la línea revisionista le daba la espalda a esa labor, primero sin entenderla y luego, mientras la situación desarrollaba, en oposición objetiva.
Algo nuevo luchaba —y está luchando— por gestarse en el mundo; está yendo cuesta arriba contra la opinión común y el dogmatismo, junto con el reformismo, de los comunistas. Pero o los camaradas se oponían a eso…o si no, lo ignoraban, o como máximo lo trataban como algo “interesante”. En casi todos los casos, no entendían el contenido (o se le oponían de manera ecléctica). En la práctica, lo trataban como algo intrascendente. En esencia, en las filas del Partido, no se cuestionó el empirismo vulgar que dice que “la teoría no puede adelantarse a la práctica”….
Bob Avakian había estado haciendo frente y analizando profundamente los problemas reales que habían llevado a que tanta gente no logró distinguir entre el marxismo y el revisionismo después de diez años de la GRCP de China. Muchos camaradas hicieron caso omiso de eso y algunos se volvieron muy incómodos con ello. El que él había analizado profundamente todo eso y que había comenzado a elaborar respuestas a estos problemas sumamente espinosos, otra vez, fue objeto de oposición — abierta o por medio de hacerle caso omiso. Esa [oposición revisionista] quería decir, objetivamente, “dejarse llevar” por la “muerte del comunismo” — pues, reemplazó la dirección comunista viva y en desarrollo que bregaba concretamente con los problemas muy difíciles de “por qué perdimos a China” (y elaboraba respuestas a ellos), con la fe religiosa dogmática y muerta.
En ese momento, la oposición entre la línea revisionista y la línea comunista en nuestro Partido no solo había llegado a expresarse más plenamente sino que se centraba clara y agudamente en la cuestión de asumir y llevar con audacia a las masas populares lo que representa la dirección de Bob Avakian y lo que está concentrado en la nueva síntesis que está desarrollando — o al contrario, de rechazar todo eso y negarse a actuar sobre esa base. En esas circunstancias, la primera posición representaba avanzar en el camino de la revolución y el comunismo —porque el papel de Bob Avakian y su obra, método y enfoque constan, ante todo, del desarrollo del comunismo, como ciencia viva y orientación revolucionaria estratégica—, mientras que la oposición a eso en nuestro Partido representaba, de manera concentrada, guarecerse en el reformismo y la claudicación al imperialismo, aunque eso se hiciera mientras que se conservaba el “comunismo” como una especie de catecismo religioso y/o un “estilo de vida alternativo”.
Al reconocer en toda su extensión la seriedad de la situación, los riesgos y lo que estaba en juego —y al estar en condiciones de contar en ese momento con solamente un núcleo muy pequeño en la dirección del Partido—, Bob Avakian lanzó con osadía un llamamiento a una Revolución Cultural al interior del PCR. A la vez, insistió en que tenía que ser una Revolución Cultural en medio de una Gran Marcha —señalando mediante esta metáfora que era necesario llevar a cabo la transformación radical y la revitalización revolucionaria del Partido, que era el propósito y objetivo de esta Revolución Cultural, en el contexto y en lo fundamental al servicio de la transformación del mundo objetivo mayor— la realización del trabajo del Partido que se guiaría en los hechos por principios y objetivos comunistas y que construiría un movimiento revolucionario, y no reformista. Por las razones que hemos tratado aquí, el punto toral y el asunto cardinal de esta Revolución Cultural era si basarnos en la nueva síntesis y en el conjunto de la obra, método y enfoque de Bob Avakian, y el avance de la teoría y la estrategia comunistas que concentra y si llevarla a cabo enérgicamente, o, al contrario, si darle la espalda y adoptar una u otra variedad —o brebaje ecléctico— de revisionismo.
En una charla que dio anteriormente este año a un grupo de miembros del Partido, Bob Avakian habló de su orientación al comienzo de esta Revolución Cultural:
Tal como yo entendía y hacía frente a la situación de entonces, hace más o menos cinco años, se presentaban tres opciones básicas cuando quedó claro que, pese a que la línea “oficial” del Partido seguía teniendo un carácter comunista revolucionario, en los hechos el Partido estaba “empapado” y hasta se caracterizaba de revisionismo. He aquí las tres opciones:
aceptar a este Partido tal como estaba y en esencia darle la espalda a lo que se supone que representaba el Partido;
renunciar y ponerse a formar un partido nuevo;
o lanzar la Revolución Cultural.
Entonces pensaba y aún pienso, por las razones que he señalado en otras partes y anteriormente hoy, que el último camino fue el único camino correcto y el camino necesario. Digo eso por razones que tienen que ver con cuán valioso es un partido y cuán difícil sería formar un nuevo partido si de hecho se abandonara este Partido de forma prematura e incorrecta. Pero, sí, es cierto, un partido no tiene nada de sagrado, y si no va a ser una vanguardia revolucionaria, pues ¡que se vaya al carajo! — que hagamos otra cosa y consigamos otra cosa. Pero entonces yo consideraba, y considero hoy, que no debemos abandonar a este Partido a menos que quede claro objetiva y científicamente que no hay esperanzas de transformarlo en lo que se necesita que sea.
Esta Revolución Cultural no fue una purga sino una lucha ideológica, que no tuvo como propósito y método singularizar a individuos sino comparar y contrastar la línea revolucionaria con la línea revisionista y así profundizar los cimientos del Partido, y de los miembros, en torno a la línea revolucionaria y a la vez desenmascarar, criticar y romper con la línea revisionista — para revivir y darle aún más impulso a la orientación de los miembros del Partido a todo nivel como revolucionarios y comunistas, para fundamentar eso más firmemente en un método y enfoque comunista científico, y rescatar y revitalizar el Partido en conjunto como una verdadera vanguardia comunista revolucionaria capaz y decidida a asumir sus deberes como tal, y nada menos. Esta Revolución Cultural, durante los cinco años y pico desde su inicio, ha tenido un curso y naturaleza complejos y a veces intensos. Ha abarcado varios vaivenes, curvas y giros y ha sido necesario librar repetidas y cada vez más profundas luchas ideológicas para efectuar una ruptura básica, de parte de los miembros del Partido y del Partido en conjunto, con el revisionismo y dar un salto a ser —de nuevo y sobre una base más profunda— comunistas y la vanguardia comunista que tenemos que ser y que ahora estamos decididos a ser. Ha pasado por diferentes etapas, con un avance decisivo en sus etapas iniciales cuando la dirección del Partido se unificó colectivamente en términos fundamentales con la línea revolucionaria y la dirección de Bob Avakian al desarrollar y luchar por esa línea y sobre esa base, profundizó su determinación y capacidad de llevar a cabo esta Revolución Cultural para derrotar al revisionismo y rescatar y revitalizar al Partido como una vanguardia comunista revolucionaria.
Tal como debe esperarse en una lucha de esta magnitud y con lo que estaba en juego, el proceso de la Revolución Cultural en nuestro Partido implicaba un deslinde con aquellos que aceptaban hacer las paces con el imperialismo y sus monstruosos crímenes, aunque a veces aún se llamaran comunistas, o con quienes expresaban el deseo de que se gestara un mundo mejor siempre y cuando no tuvieran que asumir la responsabilidad de la lucha y de hacer los sacrificios que serían necesarios para que eso se plasmara en los hechos. Algunas personas se negaron a romper con el revisionismo, o se encontraron incapaces de hacer eso, y por ende presentaron su renuncia al Partido (o se dejaron convencer que presentaran su renuncia). En su mayoría, con pocas excepciones17, aquellos que dejaron el Partido lo han hecho con el argumento de que no consideran que la revolución sea posible —al menos no en este país, no en un plazo que importe—, y algunos incluso admitieron que ya no consideraban deseables la revolución y el comunismo. En los hechos, lo que eso quiere decir no es que la revolución no sea posible y el comunismo no sea deseable, sino que la voluntad revolucionaria y la orientación comunista de estas personas han degenerado y —a diferencia de aquellos que han avanzado en el transcurso de la Revolución Cultural en nuestro Partido, y se han vuelto a comprometerse sobre una base más profunda a la causa del comunismo— aquellos que le han dado la espalda al Partido y a la revolución reconocen que esta revolución y su meta del comunismo requerirán hacer, pero ellos no están dispuestos a emprender, “el trabajo duro, el trabajo riesgoso, el trabajo a veces impopular o que ‘va contra la corriente’, para hacer esto una realidad”18.  Ya no cumplen los criterios básicos que delinea la Constitución de nuestro Partido (“Parte II. Principios de organización”):
El Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, está conformado de personas que se han reunido para contribuir a cumplir la más grande necesidad ante la humanidad: hacer la revolución, como primer paso hacia el comunismo. Han dedicado de lleno la vida a esto — con gran seriedad y con gran amor; con gran determinación y con gran pasión19.
En su aspecto principal y en lo fundamental, la Revolución Cultural en nuestro Partido ha producido una verdadera revitalización del punto de vista, objetivos, espíritu y cultura comunistas y revolucionarios del Partido — un Partido que con ciencia hace frente a las complejidades, las dificultades y los peligros, así como la inspiración, de hacer todo lo que pueda para trabajar por la revolución en este país, y de contribuir lo más que pueda a la misma causa en todo el mundo, todo con el fin de llegar al objetivo final del comunismo. Además, la lucha continúa, sobre una nueva base, al interior del Partido, para seguir fortaleciendo y profundizando su carácter y cimientos revolucionarios, en el marco de la realización creativa y vigorosa del trabajo revolucionario, a partir de lo que es, de hecho, la línea comunista revolucionaria de este Partido.
A lo largo de un período, nuestro Partido ha sufrido —mientras que también han sufrido las masas populares que han buscado al Partido y las masas populares en general cuyos intereses objetivos corresponden a la revolución comunista— debido al revisionismo que cobraba cada vez más influencia en nuestro Partido y que se alimentaba de la tendencia, que a su vez la reforzaba, a adoptar un balance y enfoque incorrectos acerca de la situación en que terminó la primera etapa de revolución comunista con la restauración del capitalismo en China, mientras que los imperialistas tradicionales y emergentes se afanaban tanto por aprovechar la situación a fin de saquear al mundo con aún más vileza y librar una implacable guerra política e ideológica en plan de arrasar con todo el respeto que quedaba por las grandes hazañas que se habían llevado a cabo en la primera etapa del socialismo y de desacreditar la ciencia revolucionaria del comunismo que sacó a la luz la posibilidad y dio dirección a la lucha en el mundo real que hizo posibles esas grandes hazañas. En el transcurso de la Revolución Cultural en nuestro Partido, hemos salido más fuertes, y unificados a un nivel mucho más alto, en los frentes político e ideológico así como organizativo, más firmemente fundamentados en la ciencia del comunismo, tal como se ha desarrollado por medio de la nueva síntesis forjada por Bob Avakian, y con la conciencia de que es una ciencia viva que tenemos que seguir aplicando y desarrollando sobre la marcha y por medio de lucha continua.
Hemos pagado un precio por aferrarnos a los principios y objetivos comunistas y por negarnos a abandonar el camino de la revolución y a sumarnos al gastado y trillado camino del reformismo —el que, se dice, es más “realista” y que de alguna manera “funcionará”— mientras que la cruda experiencia ha ilustrado, una y otra vez, que eso solamente puede “funcionar” de modo que encierre a la gente en los mortales confines del dominio burgués y opresión capitalista. Pero, al haber pagado ese precio, ahora estamos más preparados para asumir las grandes responsabilidades que tenemos que emprender, más decididos a ponernos a la altura de las grandes necesidades que se nos presenten — a trabajar enérgicamente por la revolución aquí, a partir de la nueva síntesis forjada por Bob Avakian, para hacer que todo lo que hacemos contribuya de manera activa e importante a la meta revolucionaria, y luchar por esa misma concepción y orientación en el movimiento comunista en el mundo en general.
Con plena conciencia de los problemas y riesgos muy reales que esto puede implicar, estamos dando a conocer nuestra experiencia —y lo que hemos llegado a entender más profunda y firmemente mediante esta experiencia— a los demás, en el movimiento comunista y en general, debido a sus profundas lecciones y su gran importancia para nuestra causa en general. Nuestra experiencia, en particular mediante la Revolución Cultural en nuestro Partido, ha elevado mucho nuestro entendimiento de lo que significa para las masas oprimidas en este país y en el mundo y para el futuro de la humanidad que tal Partido no ha sido derrotado y destruido — que no solo ha perseverado sino que se ha revitalizado y fortalecido en los frentes político e ideológico y en términos de enfoque revolucionario estratégico y orientación comunista y la determinación con una base científica de trabajar de manera incansable para hacer de este entendimiento una poderosa y viva realidad de las masas populares en lucha consciente por la revolución, eso sí, en esta, la más poderosa de todas las potencias imperialistas, en unidad con los pueblos que están haciendo lo mismo en todo el mundo. Como nuestro presidente, Bob Avakian, escribió hace poco:
Así, sobre esta base científica y mediante la aplicación de este método y enfoque científico, podemos, y debemos, tener un espíritu conquistador —y una orientación de apasionada intensidad (tomo prestada una frase de un poema de Yeats)— por la revolución y el comunismo20.

VII.
Conclusión: Un reto y un llamamiento

Lo que hemos dicho aquí lo decimos en serio, y lo que decimos en la “Conclusión” de la Constitución de nuestro Partido lo decimos en serio:
El Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, ha asumido la responsabilidad de dirigir la revolución en Estados Unidos, en las entrañas de la bestia imperialista, como su participación principal en la revolución mundial y el objetivo final del comunismo. Esta es una gran tarea histórica — y todos aquellos que anhelan que esto pase, deben reunirse alrededor de esta vanguardia y apoyarla, trabajando juntos con el Partido, movilizando apoyo para él y, sobre la base de asumir la causa y el punto de vista del comunismo, ingresando a él.
La emancipación de toda la humanidad: esa, y nada menos, es nuestra meta. No existe ninguna causa mayor, ningún objetivo mayor a que dedicarnos la vida21.
Todo lo que hemos mencionado aquí, y todo lo que hemos puesto al descubierto, en términos directos y sin adornos, debe darle aún mayor importancia y mayor énfasis al llamamiento a que aquellos que comparten, o respetan, nuestra determinación de hacer surgir un mundo nuevo, sin explotación y opresión, acudan en apoyo y ayuda a este Partido.
A los revolucionarios y a los comunistas de todas partes, a todos aquellos que anhelan otro mundo radicalmente diferente y mucho mejor: no demos marcha atrás ni volvamos a atrincherarnos en el pasado en la forma que sea — al contrario, avancemos con osadía hacia la meta del comunismo y hacia la emancipación de la humanidad de las milenarias cadenas de la tradición.

Notas

1. Marx a Kugelmann, 1868, citado en America in Decline, An Analysis of the Developments Toward War and Revolution, in the U.S. and Worldwide, in the 1980s, t. 1 (Chicago: Banner Press, 1984), p. 10. [regresa]
2. Un análisis más amplio de la relación entre la opresión de los negros y el desarrollo histórico del capitalismo y del imperialismo en Estados Unidos se halla en Bob Avakian, El comunismo y la democracia jeffersoniana (en inglés) (Chicago: RCP Publications, 2008), y en línea en revcom.us. [regresa]
3. Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos (Chicago: RCP Publications, 2008), “Preámbulo: Principios básicos del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos”, pp. 2-3, cursivas en el original. Esta Constitución se halla en revcom.us. [regresa]
4. “Hacer la revolución y emancipar a la humanidad”, partes 1 y 2, en revcom.us y en Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos, un folleto de Revolución, 1º de mayo de 2008. El citado libro de Ardea Skybreak es The Science of Evolution and the Myth of Creationism — Knowing What’s Real and Why It Matters (Chicago: Insight Press, 2006). La serie de Revolución, “La ciencia de la evolución”, en que se basa el libro, se halla en español en revcom.us. [regresa]
5. En otros lugares, mediante el trabajo del presidente de nuestro Partido, Bob Avakian, y mediante el trabajo de otras personas que se inspiran y se guían por su obra, método y enfoque, se han resumido bastante —y se siguen resumiendo— los logros muy reales y verdaderamente sin precedentes y las deficiencias y errores secundarios si bien importantes, y en algunos aspectos muy serios, de la Unión Soviética, así como de China, cuando eran socialistas. Por ejemplo, ver Bob Avakian, ¿Conquistar el mundo? Deber y destino del proletariado internacional, revista Revolución #50, enero de 1982 y “El fin de una etapa — el comienzo de una nueva etapa”, revista Revolución #60, otoño de 1990; ver también thisiscommunism.org, el portal en inglés del proyecto “Pongamos las cosas en claro”. [regresa]
6. Aparte de las otras fuentes a que nos hemos referido sobre la experiencia de la revolución comunista y la sociedad socialista, se halla un importante balance de las contribuciones de Marx, Lenin y Mao al desarrollo de la ciencia del comunismo y a la estrategia de la revolución comunista en el apéndice “El comunismo como una ciencia” de la Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos. [regresa]
7. El fin en sentido literal de la Unión Soviética, a comienzos de los años 90, llegó más de tres décadas después del derrocamiento del socialismo a mediados de los años 50 y la restauración del capitalismo en ese país. Desde los años 50, la Unión Soviética se había vuelto social-imperialista, tal como Mao Tsetung la describió, o sea, socialista de nombre pero capitalista imperialista en los hechos y práctica, aunque fue una forma de imperialismo capitalista en que el estado era el eje decisivo y elemento central de la economía. Cuando se volvió capitalista, la Unión Soviética, como potencia social-imperialista, siguió siendo un rival formidable de Estados Unidos y su bloque imperialista; e, irónicamente, cuando la Unión Soviética y su imperio se desenmarañaron en los años 90, los apologistas y “triunfalistas” del imperialismo-capitalismo “occidental clásico” sacaron provecho declarándolo otra derrota más del comunismo y “prueba” de que el socialismo es una monstruosidad inviable y rígida. Un análisis de la verdadera experiencia de la sociedad socialista en la Unión Soviética y China —las transformaciones liberadoras sin precedentes históricos que se llevaron a cabo en esos países cuando eran socialistas y los problemas, deficiencias y errores muy reales— se halla en thisiscommunism.org, el portal del proyecto “Pongamos las cosas en claro”. [regresa]
8. Aquellos que dicen que la experiencia del movimiento comunista, y las sociedades socialistas a que ha dado origen, muestran las limitaciones y de fondo la bancarrota de lo que llaman el “paradigma estado-partido”, han sacado conclusiones en esencia erróneas y engañosas, que hacen eco a la “opinión común” que propagan los capitalistas y sus secuaces intelectuales y se enchufan a la cacofonía de panegíricos anticomunistas (cuya fuerza y furia en lo fundamental no significan nada… ni nada positivo). En los meses y años venideros —por ejemplo, mediante una revista teórica electrónica, y el periódico de nuestro Partido, Revolución y otros mecanismos— analizaremos, examinaremos detenidamente y refutaremos más a fondo esta y otras teorías afines y el punto de vista y el método que encarnan. Permítanos dejar muy en claro que sin este llamado “paradigma estado-partido” —sin el poder estatal para los anteriormente explotados que apunte a abolir toda la explotación y a arrancar de raíz todas las relaciones opresivas en todo el mundo y sin una vanguardia para dirigir en ese proceso—, no se acercará para nada a tratar, ni hablar de solucionar, las contradicciones profundas y complejas que hay que tratar a fin de hacer surgir un mundo radicalmente diferente. Abandonar y atacar a ese “paradigma” es, al menos objetivamente y pese a las declaradas intenciones de uno, abandonar y socavar el objetivo, y la lucha por plasmar el objetivo, de zafarse y al final liberarse del sistema que perpetúa horrores tan reales que todos los días hieren y persiguen a la humanidad y que representan una amenaza muy real a su futuro. Eso es lo que la experiencia del movimiento comunista —y la experiencia histórica de la sociedad en general— muestran, cuando se examinen y se sinteticen con un punto de vista y método científicos. [regresa]
9. Véase, por ejemplo, Bob Avakian, La pérdida en China y el legado revolucionario de Mao Tsetung, el texto de un discurso dado por Bob Avakian en las Reuniones conmemorativas a Mao Tsetung (Chicago: RCP Publications, 1978) y Las contribuciones inmortales de Mao Tsetung (Chicago: Liberation Distributors, 1991). [regresa]
10. Véase La nueva concepción de la revolución y el comunismo: ¿Qué es la nueva síntesis de Bob Avakian?, en revcom.us. [regresa]
11. “Hacer la revolución y emancipar a la humanidad” (parte 1) en revcom.us y en Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos, un folleto de Revolución, p. 28. [regresa]
12. Bob Avakian, ¿Conquistar el mundo? Deber y destino del proletariado mundial. Una presentación de los elementos básicos del desarrollo que ha hecho Bob Avakian del contenido y la base científica del internacionalismo comunista se halla en (aparte de ¿Conquistar el mundo?) “Avanzar el movimiento revolucionario mundial: Cuestiones de orientación estratégica”, Obrero Revolucionario (ahora Revolución), Nos. 316 y 317, 5 y 12 de agosto de 1985. [regresa]
13. “Hacer la revolución y emancipar a la humanidad” (parte 1) en revcom.us y en Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos, un folleto de Revolución, p. 37. [regresa]
14. La Constitución de nuestro Partido, en el apéndice “El comunismo como una ciencia”, explica que el derecho burgués se refiere a:
la forma en que las relaciones de mercancías y las disparidades que aún quedan del capitalismo, justamente en la sociedad socialista, se refuerzan mutuamente y se reflejan en la superestructura —en las instituciones políticas y los modos de pensar, la cultura y demás— y la manera en que todo eso presenta obstáculos a que continúe el avance revolucionario en el socialismo, y lo cual hay que restringir y a la larga superar como parte fundamental de la lucha por impedir la restauración capitalista y alcanzar el objetivo final del comunismo. [regresa]
15. Un análisis conciso de las ilusiones de la democracia “pura” y “por encima de las clases” y una explicación de la verdadera relación entre la democracia y la dictadura —de tipos fundamentalmente diferentes— aparece en la siguiente declaración de Bob Avakian:
En un mundo de profundas divisiones de clase y grandes desigualdades sociales, hablar de la “democracia” sin señalar su carácter de clase y a qué clase beneficia no tiene sentido o tiene implicaciones peores. Mientras exista la sociedad dividida en clases no puede haber “democracia para todos”: dominará una clase u otra, y la clase que gobierna defenderá y promoverá el tipo de democracia que concuerde con sus intereses y metas. Por eso, debemos preguntar: ¿qué clase dominará y si su gobierno, y sistema de democracia, sirve para continuar las divisiones de clase, y las relaciones de explotación, opresión y desigualdad que corresponden a ellas, o lleva a abolirlas? (citado en la Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, cursivas en el original, en revcom.us). [regresa]
16. En la actualidad, algunos comunistas, ex comunistas y “compañeros de viaje” del comunismo han invocado un brebaje ecléctico de escolasticismo, agnosticismo y relativismo, que se opone, en algunos casos de manera consciente y explícita, a la nueva síntesis desarrollada por Bob Avakian, y en todo caso al punto de vista, la metodología y los objetivos fundamentales del comunismo. Aquellos que ofrecen este brebaje dicen que no hay un marco teórico adecuado que explique, clarifique y saque las lecciones pertinentes de la anterior experiencia del movimiento comunista y que guíe una práctica que evitara los errores del pasado, tales como esta gente los (mal) interpretan. Por ende, según este argumento, es necesario dedicar energía a lo que solamente pueden constituir labores interminables y sin rumbo para descubrir, en una esfera completamente divorciada de la práctica revolucionaria guiada por principios comunistas, el necesario marco teórico. A eso lo acompañan con frecuencia una defensa, si no una realización concreta, del trabajo práctico y lucha sobre la base más estrecha y de la forma más reformista — otro ingrediente del brebaje ecléctico. Todo eso, al menos objetivamente, representa una justificación para abandonar, dar pasos atrás o simplemente mantenerse apartado de la lucha revolucionaria concreta —la lucha guiada por la teoría y los principios comunistas que se pueden desarrollar, se han desarrollado y se están desarrollando en relación dialéctica con la práctica en el sentido amplio, y no estrecho— la lucha con contenido revolucionario, y no reformista.
Es lógico, sobre todo en un país imperialista altamente parásito —un imperialismo que literalmente se ceba del mundo y de miles de millones de sus habitantes—, que surjan tal orientación y enfoque escolásticos, relativistas y agnósticos, aun cuando tengan una coloración más o menos comunista y que tengan cierta acogida, en particular en las capas más privilegiadas y específicamente en la intelectualidad. Pues, mientras que uno puede seguir diciendo que hace falta un marco teórico adecuado, puede seguir convenciéndose a sí mismo que no tiene nada de malo negarse a comprometerse con la verdadera lucha por el comunismo, un compromiso y lucha que podrían hacer que uno se salga de lo que es, después de todo, la vida no tan desagradable de un académico en la ciudadela imperialista más poderosa y más rica del mundo. Lo que se objeta aquí no es, desde luego, el papel que juega el intelectual académico en sí, ni se objeta lo de bregar en la esfera de la abstracción teórica, que puede constituir un área importante de trabajo y de hecho puede constar de valiosas contribuciones, de diversas maneras, a la causa del comunismo, aunque no trate directamente la esfera de la política y la filosofía política. Al contrario, lo que se identifica y se critica fuertemente es el fenómeno de convertir en un principio lo de abordar la teoría en abstracto, separada de la práctica revolucionaria y en oposición a una concepción y enfoque materialistas y dialécticos, comunistas científicos de la relación entre la teoría y la práctica, tal como se ha señalado arriba. Nos parece necesario expresar nuestra impaciencia con cierta clase de ideas huecas francamente ininteligibles y conscientemente confusas que se hacen pasar y con demasiada frecuencia pasan por pensamiento radical en círculos académicos y que en ocasiones hasta se hacen pasar por el marxismo. [regresa]
17. Una excepción al patrón general de aquellos que han dejado el Partido a partir de abandonar más o menos abiertamente la revolución, es un abigarrado grupo que no se ha contentado meramente con claudicar ante el imperialismo sino que se ha constituido en una mezquina camarilla de “críticos parásitos” fuera del Partido, que busca confeccionar “grandes justificaciones” por su claudicación lanzando ataques altamente inescrupulosos contra nuestro Partido y su dirección —en particular contra nuestro presidente Bob Avakian— mediante chismes e insinuaciones, calumnias y burdas tergiversaciones de la línea y el trabajo de nuestro Partido, e incluso burdas venias al anticomunismo, mientras que aún fingen, por ahora, defender la revolución y el comunismo (si bien es muy probable que no tarden en abandonar esta pretensión). Aunque objetivamente esto es un fenómeno menor, tiene algunos elementos que caracterizan a estos “críticos” que pueden constituir útiles maestros por ejemplo negativo.
Primero, las posiciones y los puntos de vista que esta gente está defendiendo ahora tienen la virtud (si así se le puede llamar) de presentar de una manera relativamente desarrollada, precisamente la clase de líneas revisionistas identificadas, desenterradas, desacreditadas y derrotadas en el curso de la Revolución Cultural en nuestro Partido — unas líneas cuyos rasgos hemos descrito arriba en la discusión del “paquete revisionista” que surgió en oposición a la línea revolucionaria en nuestro Partido.
Segundo, los hoy ex miembros del Partido quienes renunciaron y formaron esta mezquina camarilla han representado un ejemplo clásico de la naturaleza del oportunismo ideológico y político, tal como el hecho de que se negaron a llevar a cabo una lucha de principios sobre sus diferencias mientras que estaban en el Partido. Tal comportamiento contradice y viola lo que es un principio básico de organización comunista, y que desde el principio ha sido un claro principio de nuestro Partido, que dice que los miembros del Partido no solo tienen el derecho sino la responsabilidad de expresar sus diferencias con la línea y las políticas del Partido, de manera franca y honrada, por medio de los canales indicados del Partido. Además, durante la Revolución Cultural en nuestro Partido, en cierto momento se pidió que todos los miembros meditaran seriamente su compromiso al Partido, a sus principios y metas comunistas, y al contenido y los objetivos de la Revolución Cultural en el Partido, y si tuvieran —pero únicamente si tuvieran— un compromiso firme, se dedicaran de nuevo a él. Cabe mencionar que un tal Mike Ely, quien ahora trata de hacerse pasar por una especie de “pez gordo” en este pequeño charco estancado de “críticos parásitos”, efectivamente se dedicó de nuevo al Partido en ese momento — una vez más sin siquiera plantear ninguna objeción ni diferencia acerca de la línea del Partido y los objetivos y el rumbo de la Revolución Cultural en el Partido.
Puesto que hoy ha quedado muy claro que él ha tenido desacuerdos con la línea básica del Partido —no solamente en los últimos años durante el tiempo en que se llevaba a cabo una Revolución Cultural en el Partido, sino desde hace mucho antes—, es lógico preguntar: ¿por qué tal persona seguía en el Partido todo ese tiempo, pero se negaba a expresar desacuerdos de peso con importantes aspectos de la línea del Partido o librar una lucha franca y honrada en torno a los mismos aspectos con que claramente tenía diferencias básicas durante un buen tiempo? La obvia respuesta es que permaneció en el Partido y a su vez ocultó importantes diferencias, a fin de utilizar al Partido como vehículo para promover su propia línea oportunista. Al parecer, como resultado de la fuerte influencia del revisionismo en nuestras filas, durante muchos años le fue posible andar en su “estilo de vida alternativo” al interior del Partido, fingiendo tener unidad y haciendo más o menos lo que le diera la gana, dado el liberalismo generalizado que formaba parte de la línea revisionista y la cultura que esta alentaba en nuestro Partido. Únicamente a medida que se desarrollaba la Revolución Cultural y se iba eliminando el terreno en que prosperaba el revisionismo, le costaba más y más trabajo seguir llevando a cabo una línea opuesta y a la vez fingir estar de acuerdo con el Partido. Así que, ¿qué hizo? Renunció abruptamente, buscó otros caminos para expresar su oportunismo y lanzó ataques inescrupulosos contra el Partido y su dirección. Antes de renunciar, ¿agotó —o trató de utilizar— los cauces que existen en el Partido para expresar y luchar sobre diferencias de acuerdo a los principios? Antes de renunciar, ¿escribió un texto que expresara sus diferencias e hizo que se entregara, mediante los canales del Partido, a la dirección del Partido? ¿Pidió reunirse con la dirección del Partido para expresar y debatir estas diferencias? No. Al contrario, emprendió acciones que violaron completamente los principios del comunismo, y de hecho lo hizo de una manera opuesta a aquella de una persona con un sentido básico de integridad.
No sorprende esta clase de comportamiento de parte de tal persona, porque debido a su línea política e ideológica oportunista en general así como porque, sobre todo una vez que la Revolución Cultural arrancaba y cobraba impulso en nuestro Partido y los miembros del Partido se elevaban las miras a las cuestiones fundamentales de línea política e ideológica y luchaban con ciencia y fundamento por distinguir estas líneas, si él, aún estando en el Partido, hubiera intentado utilizar la clase de métodos “sensacionalistas” que ha aplicado desde que renunció —insinuaciones, chismes, “revelaciones de información interna” y demás—, pues, todo eso, no solo se hubiera reconocido de inmediato, al interior del Partido, como una tergiversación burda y absurda y una violación descarada de principios comunistas, sino que se hubiera identificado como una parte de un oportunismo mayor, y él hubiera tenido que abandonar esa clase de métodos inescrupulosos y debatir, en serio, las cuestiones decisivas de línea que han estado en juego en esta Revolución Cultural y defender, sobre la base de principios y argumentos de peso, las líneas que obviamente sostenía en oposición a la línea revolucionaria del Partido. Y él hubiera fracasado estrepitosamente, porque una vez más se hubiera reconocido claramente que esas líneas representaban el mismo “paquete” que el Partido, y sus miembros, iban identificando como revisionista y contra el cual libraban lucha ideológica como tal.
Como hemos dicho, en el curso de una importante lucha de clases —y eso es lo que ha sido esta Revolución Cultural en nuestro Partido: una lucha de clases crítica en la esfera ideológica—, se deslindarán la situación y las personas. Nuestro Partido, al haber llevado a cabo esta lucha sobre una base de principios, al concentrar en los asuntos de línea política e ideológica y al buscar ganarse a todos los que fuera posible a la línea revolucionaria, sin ceder al revisionismo, ha fortalecido muchísimo su posición y orientación comunistas y su capacidad de cumplir su deber revolucionario; y sobre esa base, nos hemos liberado bien de los oportunistas como esta mezquina camarilla de “críticos parásitos”. Si bien la línea de tales oportunistas está totalmente carente de sustento científico, nuestro Partido, y el movimiento revolucionario a que nos estamos dedicados a construir y dirigir, se fortalecerán a medida que se comparen y contrasten la línea objetivamente contrarrevolucionaria de estos oportunistas y el papel que están jugando, con la línea y el trabajo revolucionarios comunistas de nuestro Partido.
(En esta conexión, ver, en inglés, “¿Atascado en el ‘horrible presente capitalista’ o forjar un camino al futuro comunista? Una respuesta a las Nueve cartas de Mike Ely”, de un grupo de escritores del PCR, en revcom.us.) [regresa]
18. Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, “II. Principios de organización, Artículo 1 — Miembros”, p. 18; también está en línea en revcom.us. [regresa]
19. Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, “II. Principios de organización”, p. 16; también está línea en revcom.us. [regresa]
20. Bob Avakian, El comunismo y la democracia jeffersoniana (en inglés) (Chicago: RCP Publications, 2008), y en línea en revcom.us. [regresa]
21. Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, “Conclusión”, p. 27; también está en línea en revcom.us. [regresa]

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